El Oso Rojo explicado por su director

 

 

 

El Oso Rojo explicado por su director

Adrián Caetano, aclamado realizador que se consolida al frente del nuevo cine argentino, cuenta cómo llegó a «Un oso rojo», en una entrevista de Martin Perez, gentileza de Pagina/12.

La nota completa en Página/12

Review de «Un oso rojo»
Adrián Caetano, aclamado realizador que se consolida al frente del nuevo cine argentino, cuenta cómo llegó a «Un oso rojo», en una entrevista de Martin Perez, gentileza de Pagina/12.
Una declaración de amor a su hija, y un western en el que el bar es el saloon y los caballos son los remises. Esas son las primeras definiciones que se le pueden sacar a Adrián Caetano sobre Un oso rojo, el nuevo film del director de Bolivia, un policial maduro y seco, bien de género, protagonizado por un increíble Julio Chávez, acompañado por Soledad Villamil, Luis Machin y René Lavand, que se estrena este jueves. “¿Te gustaron los tiroteos? Yo estoy orgulloso de esas escenas. A mí siempre me gustó el género, porque a fin de cuentas me metí en el cine para eso, para hacer una de tiros”, dispara el director apenas se sienta a hablar de su film frente a Página/12.

Con producción de Lita Stantic, Un oso rojo es una historia que tiene sus años, ya que Caetano recuerda haber conversado sobre ella con Bruno Stagnaro cuando aún estaban trabajando juntos en Pizza, birra, faso. “La empecé a escribir en realidad cuando nació mi hija, por eso digo que es una declaración de amor para ella. Quería escribir una historia sobre un personaje que tuviese una hija”, cuenta Caetano, que luce un tatuaje por cada uno de sus tres hijos. “Y me parece que terminó siendo como una película sin tiempo, porque ya todos sabemos lo que es el Gran Buenos Aires. Así que lo que hace falta es contar una historia”, se entusiasma Adrián, que a esta altura ya está bien acostumbrado a desmarcarse rápidamente de los supuestos por decir. “Si me preguntan qué es lo que quería reflejar con mi película, yo lo único que puedo decir es que no quiero reflejar nada. Sólo contar una historia en una geografía que te sea familiar, con esos bondis, con esa cerveza”, explica el director, que cuando se le celebra la compulsión con la que vacía el protagonista del film cada vaso de cerveza que le sirven, no puede evitar una carcajada cómplice.

La historia que cuenta Un oso rojo es la de un tipo que sale de la cárcel, luego de haber cumplido su condena. Una condena que le hizo perder a su familia, a su mujer y –muy especialmente– a su hijita. Y a los que parece estar dispuesto a recuperar. “Me divertí mucho escribiendo el guión de Un oso rojo, algo que no me pasó con Bolivia. Tal vez porque terminó siendo una película demasiado seria”, confiesa Caetano. “No me entiendas mal, yo no podría haber hecho el Oso… sin haber hecho antes Bolivia. Pero me parece que fue una película con la que terminé un ciclo, con la que aprendí sobre el montaje, sobre cómo acercarme a los personajes”, enumera Caetano, que si bien asegura que su nuevo film “no es nada social”, bien podría ser una película política. “Porque es una película con un héroe, que toma decisiones y es de armas tomar”, explica. “Y me parece que está bueno tener un héroe en este tiempo en el que no lo hay, en el que ningún político es capaz de sacarse los zapatos para dárselos a otro. La gente ya sabe que esto es un quilombo, ¿para qué se la vamos a contar de vuelta? Así que hagamos películas”, repite.

Además de hablar de Independiente, el club de sus amores, otro de los grandes temas de Adrián Caetano a la hora de las entrevistas es la desmitificación de todo lo referente al Nuevo Cine Argentino. “Me hincha las pelotas cuando se habla de eso, porque parece que todos fuésemos iguales”, explica. “Y lo único que hay en común entre todos nosotros es que somos de la misma generación y que todos tenemos ganas de hacer películas. Pero todos filmamos diferente, y tratar de generalizar lo único que hace es confundir las cosas. Porque entonces la gente piensa que va a ver la de uno, y ya vio la de todos”, calcula quien, sin embargo, supo ser uno de los responsables de este Nuevo Cine con Pizza, birra, faso. “Por supuesto que estoy orgulloso de ese film, yo no sería el mismo sin él”, aclara. “Pero lo que pasa es que soy muy crítico con todo lo que he hecho, y odio repetirme. Por eso ya me hinché las pelotas con la cámara en mano, y ahora lo que quiero es planear bien cada plano. Debe ser porque cuandosos pendejo estás más caliente y los polvos son muchos y cortos, pero cuando te vas haciendo grande sabés que tenés menos tiros y querés disfrutarlos más y mejor.”

Si se le comenta a Caetano que por su fijación en el género su nuevo film recuerda a La parte del león, aquella opera prima de Adolfo Aristarain, este verborrágico y polémico cordobés hace un respetuoso silencio. “Para mí es un orgullo que alguien diga eso”, comenta, y luego se enfrasca en una defensa del cine argentino más allá de las generaciones. “Hay que echar mano a la historia propia”, asegura Caetano. “Yo cuando era pendejo miraba mucho cine yanqui, y cuando fui adolescente me entusiasmé con el cine europeo. Pero ahora lo único que hago es mirar cine argentino, Torre Nilsson, La mafia, esas cosas que pasan en Volver. Un poco para escaparle a ese lugar de contraponerse contra un tipo de cine. Y lo que más me gusta de aquella época es que acá se hacía género sin complejos, jugándole de igual a igual al cine yanqui”, se entusiasma el director, que se vuelve a plantar enseguida. “Me parece una taradez decir que haciendo género no podés ser autoral”, desafía. “Acá hay que construir una industria de cine de manera urgente, y para hacerlo no le podés pedir al espectador que cambie su condición. Tenés que ir al llano. Y a mí me encanta el género. De hecho, ahora me gustaría hacer una de terror”, arriesga Caetano, que luego de Un oso rojo dirigió un documental para un ciclo que irá por Canal 7. Y desde la semana pasada está trabajando en una miniserie para Ideas del Sur llamada “Tumberos”.

Suerte de perfecto complemento, tanto de estilo como de bando, de El bonaerense; de la misma manera en que en el film de Trapero es imposible que haya héroe alguno, Un oso rojo es un film con héroe. Pero para que ese héroe tenga cuerpo real, fue necesario que apareciera un gran actor como Julio Chávez para encarnarlo. “Yo siempre fui reacio a las estrellas”, confiesa Caetano. “Y capaz que esa desconfianza sólo la tuve de gil, nomás. Es que siempre le tuve miedo a la peor parte de los actores, así como seguramente los actores le tienen miedo a la peor parte de un director, ¿no?” Con Lita Stantic encargándose de la producción del film, Caetano comenzó a pensar en actores. Y entonces apareció Chávez. “Pero no es verdad que Lita peleó por Julio, como dijo por ahí. Porque fue Julio el que peleó por sí mismo”, se planta Caetano. “Porque Lita estaba encaprichada con otro actor, pero cada vez que ella decía su nombre yo decía que quería al Látigo Coggi. Hasta que apareció este monstruo que es Julio, al que le estoy agradecido. Porque le dio cuerpo al personaje que yo había soñado. Me preguntaba todo el tiempo: ‘¿Qué querés? ¿Que haga fierros? ¿Que engorde?’. Y hacía todo lo que fuese necesario para ser el Oso. Así que todo se lo debemos a él.”

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