Backstage de Epitafios II

 

La escena del crimen: Julio Chávez, Cecilia Roth

A cuatro años de la primera temporada, graban la segunda parte de la serie que este año estrenará HBO. En la piel de dos policías, vuelven a perseguir a un asesino serial. Amigos desde hace más de 30 años, compartieron con «Clarín» la intimidad del rodaje de la miniserie que se emitirá en 24 países y que marca el regreso de Leonardo Sbaraglia. Por: Marina Zucchi
Terminó el almuerzo y no hay sobremesa a la vista, sino un picado en los infinitos playones de una cooperativa de Barracas. Asistentes, técnicos y ayudantes gambetean encendidos hasta la hora de retratar el horror. Un hombre, a lo lejos, ignora esta final imaginaria en la que el grupo se sueña como en un Maracaná fabril. Julio Chávez atiende su juego: se lo ve en trance, entrando silenciosamente en el cuerpo de Renzo, el policía que le hace marca personal a un asesino serial. Aquí se graba el unitario Epitafios II, en cuanto la pelota se detenga, arrancará el verdadero partido.

La serie producida por HBO y realizada por Pol-ka estrenará pronto su segunda temporada. Después de cuatro años y un éxito que incluyó estrenos en Brasil, Estados Unidos y hasta Francia, el producto dirigido por Alberto Lecchi (y ahora, además, Daniel Barone) se planta de nuevo en la pantalla de HBO. Otra vez Cecilia Roth hace dupla con Julio Chávez como integrantes de una brigada, pero ahora el criminal que ve la muerte ajena como un hecho artístico ya no es Antonio Birabent, sino Leonardo Sbaraglia.

El cuarto piso del edificio oficia de «casa» de Chávez -«Julito» llamado en el set-, un refugio no apto para impresionables: de las paredes cuelgan fotografías atroces de cadáveres en estado de descomposición, con el gesto de horror y la desesperación como precinto. Calaveras en posición de tormento. Asfixiados, acribillados, mutilados. Un muestreo de lo macabro, una horrenda colección de imágenes forenses que conviven con expedientes y un whisky añejo. Chávez parece encontrarle explicación a semejante panorama: «Renzo es un animal de esa naturaleza y uno podría pensar que si le tocan estos asesinos es porque él atrae tales psiquis. Un deseo justiciero como el suyo encuentra enemigos o contrincantes acordes».

Para él, su criatura es «una suerte de Cacho Castaña, un señor setentoso que atraviesa las décadas pero permanece en alguna». Tan pintoresca radiografía le da paso a la primera escena. Prácticamente hay que volverse invisible para que camarógrafos y microfonistas no se irriten por la presencia periodística. Luego del grito de acción, el protagonista habla con el «tú» incorporado, un previsible modo si se tiene un cuenta que el producto televisivo se verá en casi toda Latinoamérica.

Sin percatarse, Chávez dará clases al actor que tiene frente a sus narices (Juan Minujín): propondrá tonos y tiempos de diálogo, reflexionará sobre el parlamento, se obsesionará con la perfección de la escena y la detendrá si es necesario. Una actitud que en algún sentido habla del maestro antes que del actor.

Cecilia Roth (que apareció por última vez en la pantalla chica local con Mujeres asesinas), mitiga su jornada de diez horas de grabación en un motorhome. Hoy no están Daniel Fanego, Alejandro Awada, Natalia Lobo, Carlos Belloso, Nahuel Pérez Biscayart, Villanueva Cosse ni Carlos Portaluppi, otros de los nombres fuertes del elenco. En la tranquilidad del vehículo dirá que se siente «como haciendo cine», inmersa en un producto fílmico que requiere un trabajo complejo.

«Tardamos lo que se tarda en una puesta de cine. Por capítulo se planifican dos semanas. Es como hacer una película tras otra», considera. Y se mete en el terreno del vínculo que la conecta a Chávez desde hace tres décadas: «Nos conocimos a mis 17 años, cuando Juan José Jusid probaba adolescentes para su película No toquen a la nena. Nos invitó a participar del casting y de 200 quedamos cuatro. Julio fue el protagonista».

Por aquel entonces eran «chicos ávidos, curiosos, inquietos». Ella siguió con su vida en España, pero sacó boleto de regreso. En los 80 los volvió a reunir María Herminia Avellaneda para un especial de ATC (Pantalones azules). «Tengo la sensación de que él es parte de mi historia. Aunque la amistad sea fuerte por amigos en común, hay imágenes del pasado que me sirven mucho para trabajar con él», admite.

Pasaron ya tres horas de espera en el detrás de escena y al fin llega el momento de comprobar aquella comunión en el set. La cuestión será simular que cae la noche y entonces entrarán en juego las artimañas técnicas. Bastará subir y bajar una tela negra en la ventana para que la noche se vuelva amanecer y viceversa. Mientras aguarda la puesta en marcha de los recursos mágicos de la televisión, Chávez baila y tararea.

Un sandwich mordisqueado, varias latas de cerveza abolladas, pastillas para dormir que dibujan un caminito. Suena el timbre, llega Marina Segal (Roth) al escondite de Renzo (Chavez) con novedades del asesino y la escena conjunta y magistral es digna de un cuadrito. En las miradas de ambos hay más que oficio: entra a jugar aquel conocimiento mutuo del que hacen bandera.

A esta altura, Chávez ya lleva en el cuerpo horas de batalla frente a la cámara. Su receta para resistir impecablemente será «la misma que cuando se hace un asado: Si el actor pone toda la carne al asador apenas llega, está terminado. Como un buen asador, hay que ir regulando y distribuyendo las partes», revela. El recreo termina y él sigue poniéndole el cuerpo a la jornada. «La miniserie policial, forense, es un género tan mentiroso que me gusta. Da gusta actuarla. Articula esos deseos humanos de ser justo, ser malo, ser escabroso. Son escenas que a todo niño le gusta jugar. A mí también».

Miércoles 16
Julio 2008

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