Entrevista
Pinceladas de teatro
El nuevo desafío de Julio Chávez es encarnar al pintor Mark Rothko en la obra Red; pero, además, reflexiona sobre la popularidad y su paso por Farsantes
Por Carolina Amoroso | LA NACION
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«La dificultad de la convivencia me quita la calma». Foto: LA NACION / H. Córdoba
Llegamos a la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza y, sobre el escenario, se despliegan algunos significantes del fascinante universo de Mark Rothko: una mesa de trabajo, pinturas, pinceles y un par de bastidores bastan para sugerir que allí sucederá algo interesante. Caminando sobre ese espacio «sagrado»(al mismo tiempo, taller y escenario), se encuentra Julio Chávez, con su voz honda y su mirada penetrante y alerta. Nos saluda desde allí arriba y, pocos minutos después, se acerca con la calidez justa para disponerse a conversar, sentado en la platea del teatro vacío.
Desde el comienzo de nuestra charla, cada una de sus palabras suena rotunda, como las que el mismísimo Rothko pronuncia en Red, la pieza de John Logan que Chávez protagoniza bajo la dirección de Daniel Barone. La obra transcurre sobre el final de los años cincuenta, en el taller del artista, mientras él -por cierto, uno de los creadores más ideológicamente comprometidos de su tiempo- trabaja en una serie de murales que se exhibirán en el exclusivo restaurante Four Seasons del edificio Seagram, de Nueva York. Allí llega Ken, un asistente que busca encontrar su lugar en el mundo del arte y que, pese a su inexperiencia, puede ser quien se encargue de echar luz a las contradicciones de su complejo maestro.
Son muchos los paralelismos que pueden trazarse entre los imaginarios de Julio Chávez, consagradísimo actor y maestro de actores, y de Mark Rothko, uno de los máximos exponentes del expresionismo abstracto.
Quizás el más visible sea la relación existencial y comprometida que ambos construyeron con la expresión y, en particular, con las artes plásticas: «[La pintura] ha sido parte de mi formación desde los 23 años. He estudiado 22 años sin parar, he expuesto muchas veces y expondré este año», cuenta el actor y, con cierto resquemor, confiesa: «Creo que tengo más condiciones como pintor que como actor. Me siento con una dote en las artes plásticas que no he desarrollado, pero que siento que está, así que no sé qué va a pasar en el futuro. Tal vez le dé más lugar a la pintura».
Julio Chávez cuenta cómo se acercó al imaginario de Rothko y a Red y por qué quiso que lo dirigiera -esta vez en teatro- Daniel Barone. También, habla de los aprendizajes y las tormentas que atravesó en su paso por Farsantes (una ficción que lo puso en el centro de todas las miradas, tanto por su propuesta narrativa y artística como también por sus entretelones) y revela cómo vive la popularidad y cuáles son sus proyectos para el flamante 2014.
-¿Qué lo acercó aRed y al universo de Rothko?
-Yo me acerco a esta pieza porque alguien me comenta que hay una obra que se llama Red que le parecía bien interesante para que yo la leyera. Pregunté dónde estaba y me dijeron que la tenía [Pablo] Kompel. Y lo llamé y le dije: «Me hablan de una obra, yo no es que la quiero hacer, pero quisiera conocerla porque me hablaron mucho de ella». Y él me dijo: «Yo la tengo y ya te digo que si te gusta, te la propongo para que la hagas». Yo la leí y me gustó, y lo que le dije a Kompel fue que estaba interesado en que la dirija Daniel Barone. Así fue y así se inició el proyecto, hace ya un año y medio, porque Kompel tuvo la generosidad de esperarme… Yo no lo conocía a Rothko. Vi pinturas suyas, pasé por ellas. Ése es uno de los problemas de la pintura de Rothko: que uno puede pasar y no detenerse. Fue un filósofo extraordinario y un pensador brillante sobre lo que es el problema de la expresión. Sin lugar a dudas, fue un evolucionado con respecto a su época. Y la obra habla del arte, de la vida, la muerte, la actividad, los principios, el paso del tiempo, la diferencia entre el hombre pensando en el interior del arte y el hombre pensando en el interior de lo social… Es una invitación muy hermosa a vivir y también es una invitación muy hermosa a que cada ser humano pueda discernir qué es lo importante para cada cual. Por qué esa división entre lo importante y lo no importante va determinando cuáles son tus principios. Y Rothko era realmente un hombre de principios.
-¿Por qué Daniel Barone?
-Porque es un genio, es un hombre de un enorme talento y de una enorme humanidad. Es un hombre que mira y que ve con mucha ternura, con mucho barrio. Barone es el amigo que yo no he tenido cuando fui chico. Es un hombre de un enorme sentido común, muy sensible, muy buen tipo, muy canchero, muy atorrante, muy serio, muy responsable… Yo hice con él Epitafios , Tratame bien , El Puntero y Farsantes y a mí me parecía que él iba a desarrollarse bien en el teatro. Y no me equivoco. Tiene una alegre vitalidad. Yo le agradezco enormemente que sea mi amigo y que dirija este espectáculo.
-¿Cuál es el gran sinsabor de la popularidad para usted?
-Primero, que se pierde. A mí me agarró un poco a la vejez viruela. Yo lo vivo casi con ternura al fenómeno y con respeto, porque yo en todo caso me he vuelto un poco más popular pudiendo articular además algo de mi trabajo que respeto y que me gusta. Entonces, no puedo superficializar esa devolución… Lo vivo con respeto y con relatividad. He tenido la dicha de leer mucho a Shakespeare. He visto muchos reyes aplaudidos y a los dos actos con la cabeza cortada… Si bien estamos hablando metafóricamente y no tengo ninguna corona, se me vienen a la cabeza esas cosas que he leído y me siento contento de poder experimentar un poco de esa sensación de ser mirado, ser querido y, al mismo tiempo, seguir caminando y pensar: ¿Qué pasará dentro de dos años cuando pase por esta misma cuadra? Y lo entiendo, lo comprendo, y me siento contento de poder experimentarlo. Es una escena que contiene asuntos humanos que no son cualquier cosa.
-¿Qué hizo deFarsantes una serie que despertó tanto interés en el público?
-Muchas veces el vínculo amoroso entre dos personas del mismo género se ha puesto en la televisión, pero nunca como protagonista de una tira. Ése fue un gran riesgo…Ninguno de los dos protagonistas de la historia, ni Benjamín [Vicuña] ni yo hemos querido tomar ningún tipo de identidad en las formas. La homosexualidad no es una identidad totalitaria, no es una marca que cubre toda la identidad de un ser humano. Es un aspecto de la identidad. Una de las cosas que yo creo que pegó de Farsantes fue que, de pronto, aparecía un gesto tierno, amoroso y de deseo entre dos personas que podían ser cualquiera.
-¿Le molestó que los entretelones de la tira tomaran tanto protagonismo?
-Primero, muchos de ellos no los comprendí nunca. Yo me iba enterando de lo que se decía que pasaba en los lugares donde se decía lo que pasaba, pero no me iba enterando por lo que yo estaba viviendo. Entonces, se transformó en una película que yo no estaba pudiendo ver, porque no es lo que yo experimentaba. Después, me formó y me entrenó mucho porque yo tengo una ideología en mi trabajo y tengo principios. Mi principio fundamental es hacer la prestación de servicio que debo hacer y por lo que yo firmo contrato…Todo lo que pase alrededor pueden ser días soleados y bellos o tormentas espantosas, pero yo tengo como misión llevar adelante la ficción que me comprometí a hacer. En este caso, finalmente, tuve que pasar momentos de tormentas fuertes y difíciles, situaciones que yo entendía, en muchos casos, como inentendibles, pero que estaban sucediendo…Aprendí muchísimo de eso, porque yo entregué el barco el día 20 de diciembre en perfecto estado, sintiendo que hice mil novecientas y pico de escenas y que ninguna de esas escenas la regalé o la tiré por la borda y que cumplí con mi trabajo.
-¿Hay algo de sagrado en su manera de concebir la labor?
-Sí… Sin lugar a dudas, para mí la labor es sagrada porque yo estoy comunicando en un espacio donde se va a ver qué mirada tengo acerca de la experiencia humana.
-En el ámbito de trabajo, ¿suele estar abierto a las opiniones de sus colegas?
-Depende. Depende del colega, del momento, de cómo sea dicho, del día. Yo no tengo ningún tipo de fórmula en relación a eso. Puedo llegar a tener problemas con todo y puedo llegar a no tener problemas con nada. Depende… No tengo una ideología que me diga que hay que escuchar los comentarios ni tampoco una que diga que no hay que escucharlos.
-Uno de los temas deRed es la idea de lo que significa ser un maestro. ¿Cómo se considera usted como docente?
-Considero que, ante todo, no intento comunicar nada de lo que yo no me ocupe… Soy muy responsable, respetuoso y agradecido del espacio de la docencia. En ese sentido, me considero un entrenador generoso. Tengo ahí puestos mis principios, que son muchos, y tengo puesto un compromiso. Es un espacio en el que yo he establecido un matrimonio verdaderamente amoroso y hago el ejercicio del amor en ese espacio, aún en los momentos de cansancio, de malestar, de confusión, de conflicto. Siempre es un espacio amoroso para mí. Yo amo a mis maestros y tengo un vínculo muy profundo con lo que tiene que ver con la enseñanza.
-¿Qué cualidades destaca en Gerardo Otero, su compañero de elenco enRed?
-Es delicado, es serio. Es un hombre de treinta años, pero aparenta menos. Me puede enfrentar y es muy trabajador y muy sensible. Ésos son elementos fundamentales para el rol. Va a estar muy bien.
-El año pasado, en la entrega de los premios Estrella de Mar, le agradeció a su madre por nunca haberlo aprobado del todo…
-Sí. Mi madre había fallecido hacía muy pocos meses y me habían dado el Estrella de Mar de Oro. Yo siempre sentí que mi madre no terminaba de mirarme de una manera aprobatoria y que la mirada de mi madre no terminaba de seleccionarme a mí de una manera absoluta en relación con el resto de la humanidad. Y yo le agradecí porque eso hacía que yo estuviese en busca de lograr una mirada que me apruebe definitivamente.
-¿Esa gran mirada externa sigue siendo la de su propia madre?
-Ya es una mirada más universal…Yo soy muy vulnerable a la mirada de cualquiera. A mí me puede llegar a partir en dos que pase una personita cualquiera por la puerta y diga: «No, esta obra yo no la vengo a ver».
-¿Qué proyectos tiene para 2014?
-Rothko [ Red ], el estudio [donde desde hace ya varios años da clases de teatro], tomar clases de historia del arte y retomar mi trabajo con un grupo de gente con la que estudio filosofía, que es para mí diálisis y además es un enorme alimento como actor. Después, lentamente voy a empezar a preparar una película con Dani Barone, que va a ser su primera película como autor y también voy a empezar a acercarme a un proyecto de 2015, que está asomando, de hacer una miniserie con Pol-ka que me entusiasma mucho.
-Hay una parte del texto deRed en la que Rothko se atormenta mucho ante la idea de que un día «el negro trague al rojo», como una metáfora de cómo opera la muerte sobre la vida. ¿Cuánto piensa usted en esa idea?
-No hay mañana que me despierte que no me acuerde de eso. Yo me despierto a la mañana y una de las cosas que más consciente tengo es que hay finitud… Creo que parte de la adultez es disfrutar como si no se terminase y saber que se va a terminar. Es un tema elemental en mi vida.
-¿Hay algo que le quite la calma?
-Sí, la dificultad de la convivencia en la tribu, los millones de intereses que todos tenemos y el intentar llevarse bien. A mí me llama la atención cuando alguien se sorprende por una pelea.
GERARDO OTERO Y UN SUEÑO CUMPLIDO
Es la contrafigura de Chávez en esta nueva obra
Hay obras o fórmulas que pueden significar un salto, una bisagra en la carrera de un actor. Quizás algo así le suceda a Gerardo Otero tras su paso por Red, un proyecto con el cual, según sus propias palabras, cumple «el sueño del pibe»: «Yo estoy como loco. Julio es un capo, es un actor súper intenso, inteligente, talentoso y desafiarlo es un trabajo, pero la hace fácil», dice el joven actor que se preparó diez días sólo para la audición del rol de»Ken». Formado en el IUNA, Otero ha recorrido un interesante camino en el circuito teatral comercial e independiente. Trabajó en varias ocasiones junto con Claudio Tolcachir, a quien considera un referente, formando parte de los elencos de Agosto, Buena gente y La omisión de la familia Coleman.
Red
De John Logan.
Miércoles, jueves y domingos, a las 20.30; viernes, a las 21 y sábados, a las 20 y a las 22, en el Paseo La Plaza, Corrientes 1660.