El actor encarna a «El Tigre Verón», la serie que comienza este miércoles en canal 3. Una charla sin concesiones.
«El Tigre Verón», una notable composición de Julio Chávez, se trata de un sindicalista de ficción compatible con el canon establecido por una mirada política normalmente interesada sobre el gremialismo argentino, dominante, y a la vez ajena al mundo laboral: un hombre robusto, de trato áspero, con apego al poder que construyó y tan afecto a defender a sus representados como a ensanchar su propio patrimonio. La serie se emitirá por El Trece (emite Canal 3) desde el miércoles, a las 22.45 hs, por TNT desde el sábado 13 de julio; y estará completa y disponible por Cablevisión Flow desde este jueves.
En una extensa e íntima charla con Escenario, en un hotel de Puerto Madero, Chávez explicó y reflexionó sobre las características del Tigre: «Cuando empiezan a pasar los capítulos el sindicalista va quedando en un segundo plano y aparece el hombre, su familia, sus problemas. Es un cuentito muy bien logrado», anticipó el multipremiado actor.
Ante la consulta sobre la coincidencia temporal entre el estreno de «El Tigre Verón» y el tramo final de la campaña electoral con vistas a las elecciones Paso del próximo 11 de agosto, quien fuera protagonista de la recordada «El puntero» (una versión de sindicalista afincado en una villa de emergencia) acepta entre risas que su socio y amigo Adrián Suar «es piola», pero rechaza de plano que su trabajo puede ser de utilidad política en ningún sentido. «Si van a buscar un documental sobre sindicalismo argentino se van a decepcionar, El Tigre es ficción pura que parte de un contexto gremial, pero no explica al sindicalismo argentino», advierte.
—¿Qué nuevos desafíos te trajo «El Tigre Verón»?
—Son asuntos nuevos, preguntas nuevas, te pone en jaque. Mi experiencia respecto del sindicalismo se reduce a lo que veo en los medios de comunicación, no tuve una relación personal ni conocí de cerca al mundo sindical. Mi papá fue un alemán judío, carpintero, sin ninguna vinculación gremial. Uno se prepara con mucha información sobre el mundo sindical e investiga; sin embargo, te llega un capítulo dos, tres, cuatro, y empieza a tallar el tema de la familia, la sexualidad del hijo, los problemas laborales de todos los días. Y aparece ese hombre que ya no importa demasiado que sea un sindicalista. Es el hombre, su circunstancia y, por supuesto, el contexto del mundo sindical presente, rodeando esa vida privada.
—¿Sería una vida privada, pero inscripta en parámetros políticos?
—Siempre un sindicalista tiene una determinada posición política, incluso cuando se expresa en la vida privada, hay una versión sobre sí mismo. No hay totalidad, ni hay verdad revelada, hay un relato.
—¿Te preocupa que El Tigre pueda parecerse demasiado a «El puntero» o a otros personajes?
—Cuando encaro un personaje confío en que la historia misma se encargará de separarlo con otras interpretaciones. No pongo una energía especial en ese sentido. Tanto el personaje de «El puntero», que vivía en la villa, como el Tigre Verón, que vive en el sindicato, tienen una energía de liderazgo que podría ser similar. Pero yo no puse ningún reparo en bloquear esa energía de liderazgo en el Tigre porque es parte central de su caracterización. Tal vez podríamos decir que el Tigre es un puntero aburguesado. Un «bagre gordo» que podría irse a invernar, que tiene hijos grandes, poder, amigos, conocimiento, que parece que se va jubilar pero elige seguir. Al menos por ahora.
—Parece que se quiere retirar, pero no se retira…
—De manera inesperada, la vida le trae problemas, y se ve obligado a salir otra vez. En su intimidad, se dice a sí mismo «no me dejan descansar». Pero surge una pregunta, pertinente, ¿realmente, querés descansar?, ¿querés o no querés soltar lo que tenés? El Tigre Verón no tiene un trabajo cualquiera, trabaja de sindicalista, una identidad, un modo de estar en la vida.
—¿Qué lo lleva a seguir?
—Siente que se debe a los compañeros, a una ideología. Es muy difícil para mi personaje imaginarse sin el poder, está constituido de ese poder. Con una paradoja: cuando hay cierto ejercicio del poder que no puede soltarse, por lo tanto, se relativiza. Si tenés tanto poder, pero resulta que no podés soltarlo, entonces tenés un «no poder». El Tigre Verón da para más, es una especie de western, una saga. Un malo aparente que no es tan malo. Un caudillo, un hombre nunca domesticado, algo muy argentino.
—¿Se verá también un Tigre frágil, detrás del sindicalista?
—En determinado momento se le muere la madre y se comporta como un nene. Es un hombre con la concepción de «no toquen a mi vieja», que posiblemente se crió viendo a Luis Sandrini. Es un sindicalista, pero no tengo que suponer que exprese a «los sindicalistas». No sé cómo serán en la intimidad los sindicalistas, esa totalidad no existe, son todos diferentes. Si leés «El matadero», «Facundo» o a David Viñas, decís, señores, seguimos en unitarios y federales, seguimos con Sarmiento iniciando cada uno de sus libros con una frase en francés para ser legitimado. Me da gusto leer el Facundo, y también la generación del 37 que quería llevar la civilización a los pueblos originarios, ¿qué civilización?
—¿Tu sociedad de trabajo con Adrián Suar perdura y se perfecciona, qué dirías de eso, te sorprende?
—En mi larga trayectoria de trabajo con Adrián Suar puedo decir que nada de lo que hicimos estuvo mal. No siempre los matrimonios fracasan. Siempre busco ganarme la confianza, no trabajo con lo que obtuve antes. Y siento que cuando me gano la confianza es un estímulo para mí. Lo mío es puro agradecimiento. Y sí, me sorprende, porque sigo siendo un ignorante de la naturaleza humana. Y al mismo tiempo, no me sorprendería que esta sociedad (con Adrián Suar), un día se diluya. Parte de la construcción de una sociedad es la autonomía, yo me siento gustoso y al mismo tiempo autónomo. Una autonomía en contexto, claro, no algo absoluto. Yo lo quiero a Adrián, me siento su amigo, pero no es un familiar, tenemos estéticas totalmente diferentes. Yo lo puedo observar, con su cintura siempre inamovible y su pantalón chupín (risas) y me produce simpatía, además de envidia. Adrián es una persona simpática, no es una amenaza para mí.
—¿Te sentarías con sindicalistas después de que vean al Tigre Verón?
—Nunca me sentaría con sindicalistas a que me digan qué les pareció el Tigre Verón, jamás. Soy muy respetuoso y a la vez no estoy haciendo un personaje para que ellos se sientan reflejados.
—¿Ni para que los televidentes hagan una asociación imaginaria con elementos del sindicalismo real de la Argentina?
— Para nada. Cuando ves un programa periodístico con sindicalistas la escena está puesta sobre la mesa, no hay más nada que decir.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de que la palabra de los sindicalistas está puesta en escena, está a la vista.
—La palabra del sindicalismo no siempre es la misma, hay palabras diferentes dentro de ese mundo…
—Pero por supuesto, yo no estoy haciendo una ficción para decir qué pienso de ustedes (por los sindicalistas) sino más bien me interesaría que me digan qué les pareció la ficción. Yo no hice «El puntero» para hablar de los punteros reales, pero mucha gente se me acercó creyendo que eso era un puntero.
Con el Tigre Verón hago un personaje que no necesariamente se traduce con el sindicalista real de la Argentina. Es un cuentito con ciertas cosas de los sindicalistas. Si hiciéramos un cuentito sobre un banco, también tomaríamos algunos elementos del bancario y la bancaria. La ficción se sostiene sobre ciertos elementos de la realidad, pero no es la realidad. En el contexto electoral, se da la ficción sobre un sindicalista, no sobre una trama de negocio bancario, por caso, ¿es casual? ¿Viste que piola es Suar (risas)?. Los que vean al Tigre Verón en otros países, tal vez alguien crea que se entera de algo sobre el sindicalismo argentino. Pero yo les diría, ojo. Si quieren enterarse del sindicalismo argentino se tienen que informar por otros medios, y no por la ficción del Tigre Verón. Nosotros construimos un cuentito que no es la realidad. Quien crea que el Tigre Verón expresa a un sindicalista verdadero se decepcionará. No lo va a encontrar. Tuve la precaución de no actuar un estereotipo nacional, porque como el programa tendrá difusión internacional, no querría que se transforme en una feria de las naciones, que cada país muestra lo suyo, como si fuera un paisaje.
—¿Te entrevistaste con sindicalistas reales para componer el personaje?
—Me entrevisté con un sindicalista de la carne, del Gran Buenos Aires. Y fue muy útil, no porque me enseñara de sindicalismo, sino por el ser humano. Tremendo, los gestos, el estilo, una estética. Fue extraordinariamente útil. Pero vuelvo a decir, sería absurdo creer que por ver al Tigre Verón «a la audiencia se le abrirán los ojos», y comprenderá la trama real del sindicalismo argentino.
Rodolfo Montes
Domingo 07 de Julio de 2019
La Capital