Inolvidable interpretación de Julio Chávez en un personaje extremo que exige cuerpo, alma y matices
La ballena – Actúan: Julio Chávez, Laura Oliva, Emilia Mazer, Carolina Kopelioff, Máximo Meyer – Vestuario: Gustavo Alderete – Escenografía: Jorge Ferrari – Iluminación: Eli Sirlin – Música: Diego Vainer – Autor: Samuel D. Hunter – Dirección: Ricky Pashkus
Ambientada en un pequeño pueblo de Idaho, Estados Unidos, La Ballena narra los últimos días de vida de un hombre de mediana edad, con obesidad mórbida, que se ha encerrado en su departamento tras la muerte de su pareja. Atrapado por la culpa y el dolor, se entrega compulsivamente a la comida y da clases de escritura online, con lo que evita mostrarse a sus alumnos por temor al rechazo.
En este contexto llegan a su vida una enfermera que lo cuida con afecto ambiguo, una hija adolescente a la que no ve desde hace años, un joven misionero que intenta llevarlo por el camino de la fe y una exesposa rota por el pasado. La irrupción de estos vínculos reabre heridas, pero también ofrece la posibilidad —remota, frágil— de un último gesto de reconciliación.
Samuel D. Hunter construye una dramaturgia de estructura clásica, donde los personajes entran y salen del espacio único, pero con diálogos de gran densidad emocional y filosófica. En su texto aparecen ecos de Moby Dick, de Walt Whitman y de La Biblia, referencias que refuerzan el sentido trascendente de la obra sin volverla solemne. El espectador es invitado a involucrarse, a llenar los silencios, a buscar respuestas sin certezas.
Julio Chávez ofrece una interpretación antológica. Detrás de la mórbida obesidad de su personaje, en un magistral tour de force, encarna a un ser humano en sus múltiples facetas, a veces con solo cambiar la voz: el hombre de pueblo, el docente, el padre afectuoso, el amante, el amigo.
Laura Oliva compone con ternura a la enfermera emocionalmente involucrada en el cuidado del protagonista, desplegando una amplia gama de recursos expresivos en cada parlamento y en cada gesto. En su breve intervención, Emilia Mazer demuestra que no hay papeles menores para los grandes intérpretes. En su trabajo aflora el dolor de una mujer abandonada, atravesada por conflictos familiares, que busca erradamente consuelo en el alcohol.
Conocido por su trabajo en musicales, Máximo Meyer sorprende en teatro hablado con una interpretación sensible del joven religioso, decidido a ofrecer consuelo desde la fe. Carolina Kopelioff interpreta muy bien a la adolescente rebelde que, sin proponérselo, propicia un reencuentro familiar en medio de su propio caos interior.
Ricky Pashkus, reconocido por su labor en teatro musical, dirige con precisión esta obra de prosa. Marca las transiciones con apagones y acompaña cuidadosamente el recorrido actoral de cada intérprete. Estela Telerman
Jueves y viernes a las 20
Sábados a las 19.30
Domingos a las 19
Paseo La Plaza
Av. Corrientes 1660 – CABA
Duración: 70 min.
Publicado por: https://martinwullich.com/