Desde adentro. Intimidades de la grabación del primer acto político de “El puntero” (el nuevo unitario de El Trece), que marca el regreso del actor a la pantalla.
•25.03.2011 | Por Silvina Lamazares slamazares@clarin.com
Año electoral, escenario posible, entonces. Un club social desdibuja los límites de su cancha de fútbol para convertirse en sede del primer acto de una campaña política. Un escenario con un artista popular. Clima de gorro, bandera y vincha . Choriceada popular. Un intendente del Conurbano que va por la reelección. Militantes. Punteros.
El puntero , ése que se recorta entre la multitud, ése al que adoran los vecinos y escuchan las autoridades. Ese que marca la vuelta de Julio Chávez a la TV, ése que nada tiene que ver con el José Chocaklián de Tratame bien . Jornada de ficción, postal verosímil.
Así se vivió la semana pasada, en Tigre, la grabación de uno de los momentos clave del primer capítulo de El puntero , el unitario de Pol-ka que estrenará El Trece en la segunda mitad de abril. Si es cierto aquello de que la marca registrada de un programa se sella en las primeras escenas, queda claro de qué irá esta historia con marco político y paño personal.
‘El gitano’ se hace oír.
‘El gitano’ es el nuevo personaje de Chávez, bautizado como Pablo Perotti, un militante apasionado al que una de las tres cámaras dispuestas en el Club Social y de Fomento Villa Carupá lo sigue en cada paso. El será el centro de la escena en este ciclo que se ocupará de los vínculos del protagonista, sin descuidar los arrabales políticos del caso.
Dicen -y repiten- que afuera llueve mucho. Lo dice el guión, mientras el sol del mediodía busca colarse. La insistencia del parte meteorólógico en boca del equipo técnico viene a cuento de que la supuesta llegada de los manifestantes, que ya están en el salón, habría ocurrido bajo el agua. Pero esa escena, por necesidades de producción, se grabará recién a la tarde: o sea, llegarán, una vez que ya hayan estado. Curiosidades simpáticas que uno descubre cuando puede ver lo que no siempre se verá en pantalla.
Lo cierto es que para que se realice la toma con el colectivo, con los militantes eufóricos y con ‘El gitano’ ordenando la llegada bajo la lluvia artificial -generada por una empresa de efectos especiales- falta el acto de relanzamiento de Hugo Iñiguez (Carlos Moreno).
‘Con la fuerza de la gente’ o ‘Gracias intendente por las obras realizadas’, son algunas de las consignas escritas en banderas, afiches y pancartas. Adelante, el escenario en el que Rodolfo Zapata canta eso de No vamo’ a trabajar, no vamo’ a trabajar y La roncha de tu hermana . Los 80 extras contratados lo siguen desde abajo, mientras comienza el reparto de choripanes.
Se ensaya, se repite, se graba. El asistente de dirección, Martín De-salvo, da las instrucciones a través de un megáfono. Pide canto, euforia. Un rato depués se repetirá la toma y, entonces, pedirá “ahora en silencio, todo con mímica”: aplausos sin sonido, canciones sin voz. ¿La intención?: que los audios de arriba y de abajo vayan por dos canales de sonido diferentes. Cuando el programa salga al aire, claro, en pantalla todo sonará en simultáneo.
Entre actores, técnicos y extras, unas 145 personas forman parte de la movida que sacudió la tranquilidad de esa calle de Tigre, aunque en la ficción será “en algún lugar del Conurbano”. No habrá identificación de lugares ni de banderas políticas. De hecho, aquí están colgadas algunas que remiten a barrios imaginarios como “27 de abril” y “Barrio La luz” . En medio de tanta ‘fiesta popular’ -como la producción identifica esta escena-, se ve a los compañeros de ruta de ‘El gitano’ : Lombardo (Rodrigo de la Serna), camiseta azul con el 10 en la espalda, y ‘Levante’ (Luis Luque), piezas clave en el engranaje de la carrera de El puntero .
Extensiones en el pelo, cuernito rojo colgado del cuello, camisa bien abierta. Nada en Chávez remite al urbano Chocaklián de hasta hace poco. Ahora es un hombre del Conurbano, “un idealista. Cree, como muchos de nosotros, que cuando podamos vamos a hacer lo que queremos. No es un cínico ni un hipócrita. En principio -define el actor- es un antihéroe. Tiene capacidad de líder hasta un punto. Después se le complica, porque quiere acceder a lugares en los que este tipo de naturaleza no conviene… Entre otras cosas, por sus ideales”.
Los monitores reflejan el humo de la parrilla, los cuerpos mojados por la lluvia, la agitación, la pobreza, las carencias. Lejos de la estética que le imprimió a los capítulos de Tratame bien o a Para vestir santos , Daniel Barone, su director, comparte que “acá las cámaras se ponen en otros lugares. La puesta en escena y las actuaciones son las dueñas del set. Y los errores son más tolerantes que en otros entornos. A la villa -uno de los escenarios del unitario- uno va dispuesto a negociar con las dificultades y eso es lo que corresponde en este caso”.
No será un programa de los que se regodean en la marginalidad. Será una ficción que correrá los márgenes de la realidad. Que los abrirá. Ya con eso, la verosimilitud formará parte de la partida