El gran Julio Chávez aprende a cantar para «Sweeney Todd»

 

En un musical oscuro, el artista vuelve a demostrar su compromiso con su profesión

9 de Octubre de 2010

El notorio Julio Chávez, uno de los artistas vernáculos más completos, asume con autoridad el protagonismo de «Sweeney Todd, el cruel barbero de Fleet Street», que se acaba de estrenar en el teatro Maipo.

Musical oscuro que tiene origen en un personaje del Londres victoriano, recogido en una película inglesa de 1936 y en otros relatos, en 1979 tuvo su consabido y restallante estreno en Broadway, dirigido por Harold Prince y con Angela Lansbury como estrella.

Ese original tiene música y canciones de Stephen Sondheim y libro de Hugh Wheeler, adaptado de la pieza dramática (1970) de Christopher Bond.

De todos modos, la versión más cercana y de fresco recuerdo para el público local es el de la película de Tim Burton de 2007, con Johnny Depp y Helena Bonham Carter en los papeles que ahora son de Chávez y Karina K.

La historia narra el regreso de un barbero a su viejo local de la temible calle Fleet luego de haber pasado injustamente varios años en la cárcel. Va en busca del juez que lo apresó, se apropió de su hija y envió a su esposa enloquecida a un manicomio.

Allí el hombre se encuentra con una miserable vendedora de pasteles de contenido dudoso, posiblemente carne de gatos tirados en algún basural, a la que le alquila su antiguo local y con la que emprenderá un lucrativo negocio.

Entre su sed de sangre y la codicia de la mujer, el dúo hallará en el asesinato liso y llano la forma de engordar sus bolsillos: él se encargará de degollar a sus clientes, que, en manos de su socia se transformarán en sabrosos pasteles (versión británica de nuestras empanadas).

El negocio va viento en popa, mientras un inocente galán intenta llegar hasta la chica en poder del juez -ahora también aprisionada en el loquero- y varios personajes marginales van agregándole datos a la historia.

La versión local no escatima lujos de escenografía, vestuario (Renata Schussheim), elenco, efectos e iluminación (Eli Sirlin) -y suma al maestro Alberto Favero en el podio-, por lo que se descuenta que este «Sweeney Todd» está destinado a eternizarse en el escenario del Maipo.

LA SORPRESA

La novedad es la nueva actividad de Chávez, brillante como actor desde películas tempranas como «No toquen a la nena» (1976) o «Señora de nadie» (1982), hasta obras como «El vestidor» (1987) o «Yo soy mi propia mujer» (2007) y trabajos televisivos como «Tratame bien» (2009).

La nueva actividad del reputado maestro de actores y cotizado artista plástico es el canto. Y bien, muchos espectadores van al Maipo a ver cómo canta Julio Chávez, al que saben destacado en esas otras disciplinas.

Pero Chávez no es un cantante sino un actor que canta, un artista que consciente de la pluralidad de funciones que competen al actor de hoy se ha esforzado en aprender algo distinto. Y ofrece un caudal atendible aunque incurra en larvadas desafinaciones y termine con la garganta cansada.

Esos descuentos seguramente se irán solucionando con las funciones y de ninguna manera desmerecen un trabajo profesional y recio, aunque sin demasiados matices.

A su lado, la inefable Karina K., eficaz en su decir, en su canto y en sus módicos pasos de baile, volvió a recurrir a su tono clownesco para componer a la siniestra pastelera y tuvo un solo irresistiblemente gracioso en la segunda parte.

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