El intérprete volvió con la obra “Yo soy mi propia mujer”, a pocos días de estrenar su primer film como director en “Cuando la miro”. De todo ello habla el primer actor nacional.
Referente ineludible del espectáculo en las últimas décadas, en el nuevo milenio Julio Chávez aceptó el desafío de volcar su capacidad artística en un formato como la televisión, con excelente respuesta en las últimas temporadas. Después de la pausa que generó la pandemia en toda la industria de eventos en vivo, reconfiguró sus prioridades y volcó sus energías hacia ese ámbito nunca explorado del cine operando como director, sin olvidar su pasión por seguir despuntando el vicio teatral sobre los principales escenarios de Buenos Aires, tiempos que lo encuentran en etapa de lanzamientos y estrenos anhelados con mucha fuerza e ilusión.
El viernes 5 de agosto detonó el primero de sus conceptos artísticos, cuando estrenó en el Teatro Metropolitan la tercera temporada de la obra “Yo soy mi propia mujer”, una pieza de Doug Wright que el actor ama desarrollar sobre el proscenio cuando así la ocasión se lo permite. Chávez había actuado esta pieza antes en el 2006 y 2017 con una fenomenal respuesta de público y críticas. Apenas comience septiembre, estrenará el film “Cuando la miro”, largometraje bajo su pluma y dirección, compartiendo roles protagónicos con las actrices Marilú Marini y Silvia Kutica, sobre este texto que contó con la participación de Camila Mansilla en el guión definitivo.
Estás encarando una tercera temporada de “Yo soy mi propia mujer”. ¿Qué te seduce de esta obra al retomarla en distintos momentos de tu carrera interpretativa?
Julio Chávez: Me parece que el texto de Doug Wright me permite encararlo en distintos tiempos y que el mensaje que contiene se actualice o que haya desde ciertos lugares la chance de sostenerlo en el contexto que uno lo plantea. Pasaron once años entre aquella primera vez y la siguiente, mientras que solo seis entre esa y la que comenzó el último viernes 5 de agosto ahora acá en el Metropolitan. Encarnar a ese hombre vestido de mujer que deambula en una Alemania bombardeada, advierto que visualizó cierta temática de género anticipándose a ciertos hechos que hoy no sorprenden, porque eso pasó de ser un fenómeno particular a un fenómeno popular, en donde la gente en la actualidad sostiene un movimiento firme, con muchísimas personas que construyen una perceptible forma de legitimización. Estamos aludiendo a toda la lucha de hombres y mujeres por vivir su autonomía. Es la pelea por el propio yo adquirido, inserto en medio de una historia que devela que ese personaje también tiene sus llamativas oscuridades.
Lo interesante es que a pocas semanas de haber iniciado las funciones, la gente que sigue tus trabajos te tendrá por partida doble, pues se conocerá tu primera película dirigiendo.
JCh: Son esas casualidades de los tiempos que corren. Ahora en septiembre se estrena “Cuando la miro”, es mi debut en este rol, más allá de actuar en el película con grandes intérpretes como Marilú Marini y Silvia Kutica. El guión de este largometraje lo compartimos con Camila Mansilla, es una película especial donde la palabra juega un rol muy destacado, porque muestra a Javier, un artista plástico que en un momento decide sin muchos titubeos filmar a su propia madre, en cierto sentido lo ocurrido es un homenaje a la contemplación. Sin dudas el mundo se crea cuando el ser humano lo mira, pues si no es observado no existe, en esta historia encontrás una relación del protagonista con su madre totalmente desprovista de enojo, resentimiento o rencor.
La pasión por seguir pintando en el hogar
Además volcaste tu pasión por la plástica incorporando cuadros que hiciste para crearle al personaje encarado un contexto visual particular de su trabajo.
JCh: Para consustanciarme más con ese personaje, decidí hacer las pinturas del artista del film, algo que coincide con mi gusto por pintar. Fue como un juego. En estos tiempos que corren de múltiples pantallas y opciones para el observador, esta película tendrá el destino que tenga que tener, veremos si llega en su momento a las plataformas. El largometraje es un acto de libertad. Sobre eso de estar en dos situaciones artísticas al mismo tiempo que son muy diferentes, lo siento como desviarme de la zona de confort y también verme cuando debía tomar decisiones, porque cohabitan las concesiones y las determinaciones ajenas a la postura de los demás.
Cuando surgen situaciones como estas, o cuando se superponían tus funciones en teatro con las grabaciones de tv, tu vida social definitivamente desaparece.
JCh: Totalmente, muy poca, muy poca. No sé si guarda vínculo con que uno se tome con mucha pasión la tarea encarada, lo veré con el tiempo. No encuentro que en lo social establezca con los otros un vínculo que para mí sea atractivo. Tengo un grupo de amistades, pero ellos comprenden perfectamente también que puedo desaparecer, tengo un espacio muy hermoso con el otro, sin dudas, que es el espacio de aquellas ficciones que construímos. En cuanto a las ficciones sociales, que para mí son ficciones, también edificadas, que no por ser construídas son menos verdad, siento que son las ficciones menos interesantes, son las más cortitas. No le puedo dar diez horas de mi vida a la ficción de un vínculo (risas).
La pantalla chica y la saturación de letrados
¿En tantas décadas de profesión rompiste muchos prejuicios? ¿Sentías a la tv como un género menor frente a otras actividades?
JCh: No hay ningún género en sí mismo que para mí sea menor o mayor. Es la mirada de uno y ella es la que lo termina haciendo menor o mayor. Como decía Chejov “agarrás un cenicero”. Pepe hace un cuento menor y Chejov un cuento mayor, ¿entonces la culpa la tiene el cenicero? No, es la mirada de Pepe o la de Chejov. Uno de los temas que me asiste y me importa mucho, es que el espacio de la tira de tv no tiene porque anticipar una expresión determinada. Si nosotros los actores estamos volviendo a repetir un fenómeno en la tira, la culpa no es de la tira.
En la televisión de estos días aparecen muchos abogados reales ocupando mucho tiempo en la pantalla. ¿Te llama la atención o sorprende esa especial situación?
JCh: No. A mí no me sorprende, no soy un resentido, puede ser que ocurra en estos días. Son cuestiones mediáticas, momentáneas y son interesantes de observar también, porque la tribu tiene necesidad de hablar de la justicia, va a quedarse también un poco en todos los lugares, hoy la justicia parece como un tema importante, siempre es importante. Entonces el hombre siempre está apasionado por la verdad, la mentira, la justicia, el descubrimiento. Si no fuese así, los griegos no hubiesen hecho “Edipo Rey”, que es la primera obra detectivesca de la historia de la humanidad. Es un hombre que está encargado de averiguar quién mató a Layo y a Layo lo mató él, o sea que es un hombre en busca de una identidad. Ahí asoma el primer detective en la historia de la literatura.
¿Qué descubriste haciendo teatro todas las noches con Adrián Suar?
JCh: Los recuerdos de esa experiencia en la obra “Un rato con él” son felices y reconfortantes. Descubrí muchas cosas. Es un extraordinario compañero de trabajo, Adrián es cándido y joven, en el buen sentido que entiendo yo, está muy ocupado y preocupado, pone en la parrilla lo que tiene como actor. Es interesado en el problema, conoce sus límites, tiene humor en relación a sus límites y al mismo tiempo si le apretás la clavija, se ajusta. Trabajar juntos fue un encuentro muy grato, además agradezco esa experiencia porque soy un ideólogo de no estigmatizar ningún espacio, ni para bien ni para mal. Me gusta la provocación de decir “¿por qué no?”. Eso me gusta.
28/08/2022
GABRIEL IMPARATO
https://www.serargentino.com/