Charlamos con el actor y director a días del estreno de la nueva serie de Pol-ka, “El tigre Verón”.
Julio Chávez posee un don que no todos pueden jactarse de tener. Cual experto camaleón, este actor y director argentino de 62 años tiene la capacidad de transformarse para atrapar a su público sin importar el formato, ya sea en una obra de teatro, el cine o una tira nocturna en el prime time de la televisión. Y lo viene logrando hace más de 40 años.
Con unos kilos de más y un espeso bigote, a partir del miércoles próximo lo volveremos a ver en la pantalla chica protagonizando “El Tigre Verón”, la nueva serie de Pol-ka estrenada por El Trece, TNT y Cablevisión Flow. Allí interpreta a un experimentado sindicalista al frente de la UTCA (Unión de Trabajadores de la Carne) y dueño de un imperio manejado por su clan familiar. Amenazado por la patronal y las pujas internas de su sindicato, “el Tigre” se delinea como un Tony Soprano argento que puja por mantener controlados los dudosos manejos de sus negocios, mientras lidia con una familia compleja y conflictiva.
“Cada serie te plantea una pregunta, un jaque: ¿cómo vas a relatar esto? Eso tiene que ver con elementos del libreto, con ciertas realidades, con una subjetividad y también con cuestiones azarosas con las que te topás en el momento del rodaje”, cuenta Chávez sobre el proceso de construir al “Tigre” Verón. “El día que filmás te encontrás con los personajes que están construyendo los otros actores y te vas acoplando. Son acuerdos que se hablan o que no se hablan, o desacuerdos, que no por eso producen un producto equivocado. No hay ley, no hay fórmula. Hay experiencia”.
– El Tigre se evidencia como un personaje fuerte pero también emotivo. ¿Cómo mostrás eso?
– A él le gusta el boxeo. Y pensé que este personaje se defiende en la vida como él entiende que es defenderse: a las piñas. Fue la intención que el personaje haga un corrimiento de lo que uno supone que va a ser. El programa no está para sostener una idea, sino para sostener que la ficción es una idea deconstruida y vuelta a construir para producir una ficción.
– ¿Dirías que estás conforme con tu interpretación?
– O sea, la pregunta es si soy soberbio o soy humilde (risas). Soy muy humilde, es la respuesta. Yo creo que he trabajado seriamente, si falta algo lo tengo que ver. Y tengo que esperar lo que espera cualquier hacedor de tortas: que pruebe el resto y den su opinión. Yo estoy muy contento con haberlo hecho y estoy muy contento con lo que aprendí.
– ¿Qué aprendiste?
– Que yo debía construir en la serie una estrategia para lo que es la muerte, aprendí a responder a preguntas y seguí haciendo el ejercicio de hacerme preguntas y de someterme a las respuestas. Ninguna pregunta se responde en su plenitud, las preguntas están para mantenerse en alerta.
– En la serie está el tema del sindicalismo como fondo, pero en realidad se centra en los conflictos de una familia…
– La propuesta es partir del mundo del sindicalismo y construir casi un conflicto familiar.
Si queremos que Latinoamérica se entere de lo que es el sindicalismo argentino, vamos a fracasar. No es la idea y si lo fuera no hubiera hecho la serie, se lo hubiera dado a los documentalistas, periodistas, sindicalistas, trabajadores, empresarios. No es el tipo de ficción que a mí me gusta construir.
Intento estar cuidadoso de que mi mirada en relación a la ficción no quede atrapada en opiniones o en acusaciones. Por supuesto que aparece el bombo, o los muchachos arengando, pero eso no es el sindicalismo. Es solo una escena del sindicalismo.
– La serie también habla de las relaciones de poder. ¿Qué importancia tiene el poder en los argentinos?
– No lo tomo como algo argentino. Es algo universal. Está en la naturaleza. Yo vi un documental extraordinario de una pelea de dos caimanes disputándose una hembra. El que pierde gira sobre la rama y se oscurece y el que gana toma más brillo y camina sobre la rama hasta que se va. El poder es un asunto de la naturaleza. El hombre construye con ese poder sociedad, costumbres, leyes, éticas, imperios, destrucciones, guerras. La ficción está construida sobre el asunto del poder también: puedo o no puedo, y ese es el conflicto. Uno no va a ver al cine el futbolista que mete goles todo el tiempo, me cago de embole. Me gusta cuando el futbolista no está pudiendo. Creo que no es algo argentino, es algo de toda la humanidad.
– Hoy en día hay una competencia feroz con la cantidad de plataformas que ofrecen series de todo tipo. ¿Cómo te juega eso al momento de hacer tu trabajo?
– Es un elemento que yo no tomo en cuenta en la cocina, porque haría que la mayonesa se me corte todo el tiempo. En el momento de cocinar, no es mi problema. Después sí, claro, forma parte de algo a lo que estoy atento y pregunto. Pero si lo tomo como una vocecita que forma parte de mi trabajo, yo abandono el oficio inmediatamente.
– Llevás más de 40 años actuando. ¿Cuál es la clave para perdurar?
– Es muy azaroso. Te podría decir el amor al trabajo, pero no es verdad, conozco muchas personas que aman profundamente su trabajo y no les fue bien.
Otros dirán la habilidad para elegir, mentira. Yo lo único que puedo decir es que agradezco enormemente tener trabajo, sentir que la pierna todavía corre y que me confíen partidos importantes.
Después si te va bien o mal, eso no lo sé. Primero hay que agradecer, porque somos muchísimos los actores y poco trabajo, como hay muchos humanos y poco trabajo.
Parece ser que algo estamos haciendo que deja afuera a un sector de la humanidad muy grande. Yo ahí me ocupo de decirme: no te hagas el piola. Yo me ocupo de mi trabajo, pero eso no es signo de perdurar porque uno puede perdurar en la chantada también.
– Cine, teatro, televisión. ¿Tenés en cuenta el formato a la hora de elegir un proyecto?
– En general es el proyecto que me atraiga. Pero sí me gusta que descansen de mí.
Cuando era chico si mi vieja me hacia todos los días milanesas yo la puteaba, pero si de vez en cuando me hacía yo decía “¡uy, milanesas!”. Yo creo que algo así hay que hacer.
Es muy pedigüeño también para el espectador que te deje imprimir nuevamente una historia si no te deja descansar.
– ¿A qué le tenés ganas ahora?
– A un texto mío. Voy a estrenar la obra “Inés”, que escribí con Camila Mansilla y que produzco yo de manera independiente, y también otro material para que armemos Cecilia Roth y yo, con dirección de Daniel Barone de nuevo. Somos como una familia. Cuando la cosa funciona, ¿por qué la vamos a cambiar?
Por Ayelén Iñigo – Especial para Estilo
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