Julio Chávez cuenta cómo será “El Tigre Verón”

Julio Chávez cuenta cómo será “El Tigre Verón”, el nuevo sindicalista de la TV,

Desde el miércoles protagonizará el unitario de El Trece en el que interpretará a un líder del gremio de la carne. Dice que no está inspirado en nadie, pero miró videos de Lorenzo Miguel. Habla de su padre, de su maestro, de sus alumnos y comparte la inocente técnica que usaba hace casi 30 años con su coach.

Si es cierto aquello de que a uno lo definen los pequeños detalles, ésos que parecen anecdóticos, pero que tienen la impronta de un ADN, hay un pedacito de pizarrón que habla más de Julio Chávez que lo que Julio Chávez dice de sí mismo. Maestro de actores, no es suyo, sin embargo, ese texto manuscrito con tiza celeste. Dice Nam Miojo Rengue Kio (aunque se escriba Kyo). Cuando él compró esta casa de Palermo para montar su taller de pintura y escultura -dos de sus grandes pasiones- descubrió en la cocina una pizarra negra con mensajes del tipo de “comprar verduras”, “pagar el gas”, entre otras cuestiones domésticas, y con este mantra que decidió rescatar del olvido: borró todo lo demás, volvió a pintar la pizarra… salvo el sector, mínimo, en el que estaba ese mensaje que significa algo así como “La ley mística de causa y efecto”, que preservó con un vidrio y cuatro tornillos. Ése es Julio Chávez.

También es el que recibe a Clarín con música clásica y un desayuno tardío que preparó generosamente con un termo de café, alfajores, un frasco de granola, chocolate con menta, todo en una mesita que lleva hasta el living, cual room service, y entrega con un “todo tuyo”.

La previa a su regreso a la televisión -a dos años de haber sido El maestro-, con el protagónico de El Tigre Verón (el unitario que el miércoles a las 22.45 estrenará El Trece), lo encuentra reflexivo. Y como si hiciera el mismo ejercicio del pizarrón, quita maleza y va al punto. Al de la construcción de este sindicalista que no asoma como un personaje más de su galería.

“A veces me siento muy agradecido. Voy a cumplir 63 años y hace mucho que estoy en una situación de privilegio en relación a otra gente. El privilegio de trabajar, de tener buenos roles, de poder seguir construyendo el oficio. Entonces, cuando hay una serie como ésta, digo ‘Bueno, Julio, vas a tener que justificar por qué lo hacés’. Pero no justificarme, sino justificar frente a la mirada de cualquiera por qué es que yo tengo este rol. O sea, que mi construcción o mi producto contenga los elementos para que el otro diga ‘Se entiende por qué a este tipo le dan este papel’. Lo cual no implica que sea el único al cual se lo deberían haber dado. Pero sí que se vea un oficio que sostiene el trabajo. Y no una historia en el oficio”, explica Chávez, con una botella de agua mineral de dos litros que se consume en la hora y media de charla.

-Siempre le prestaste más atención al viaje que al destino. Se percibe el método, la disciplina…

-Bueno, ése es el oficio. Es mi tipo de oficio, en el que desarrollo el ejercicio de la ética. ¿En qué sentido? Establezco leyes: y para mí la ética es construir una vida en función de esas leyes. Para componer al Tigre Verón me ocupo, trabajo, me enfoco. Leo libros, miro documentales, busco mis modelos hasta que comprenda.

-¿Qué hay que comprender?

-Cuando me serené después de tanta búsqueda de material y entendí por donde debía ir con este personaje, comprendí, por ejemplo, que los políticos o sindicalistas, entre muchos otros roles, mientan o no mientan, en el momento en el que hablan se ponen serios. De manera que si la seriedad es el sinónimo de la verdad estamos perdidos. Porque hablan seriamente acerca de lo que quieren construir. Y cuando descubrí eso dije «Qué genial, ése que yo creo que miente habla con tanta seriedad como ése que yo creo que dice la verdad y los dos están enfrentados a cara de piedra diciendo seriamente lo que quieren construir como verdad». Para mí, como actor, eso fue muy importante.

-Como ciudadano uno suele ver los hilos detrás de esa construcción de la mentira…

-Pero yo no hablo de lo que vos ves. Yo hablo de lo que el otro quiere actuar. Porque vos vas a poder ver los hilos detrás del Tigre, pero no porque yo te los muestre, sino porque los sabés interpretar. El problema de un rol como éste es que uno como actor cuente los hilos. Y yo decidí: “Julio, no te hagas el canchero, hay que comprender su naturaleza”. Porque, si no, caés en la fácil de “Bueno, claro, tiene aspectos de corrupción, tiene bla bla” y empezás a actuar eso. Nadie actúa en la vida ”Soy un corrupto”. Cuando una persona le miente a la otra diciéndole que la ama, porque lo que quiere lograr es algo determinado, sabe cómo hacerlo con seriedad o sabe, al menos, hacerlo dudar. Sabe pretender. Y descubrir y tomar conciencia de eso fue muy importante para encarar al Tigre.

-¿Y cómo es Verón?

-Es un pillín, un patotero, un violento. Un líder al que la tribu le pide acción. Y El Tigre Verón también es un cuento familiar, porque muestra a alguien que no ha podido lograr que sus hijos tengan fortaleza.

-Y, por lo visto en los adelantos, tiene un vínculo potente con su madre.

-A mi padre, cada vez que él decía “mi padre”, se le llenaban los ojos de lágrimas y hacía una pausa de respeto. Y toda esa pausa era para imponer algo. Y para El Tigre la madre es eso: “La madre”.

Hay una escena clave del primer capítulo de esta serie de Polka, TNT y Cablevisión en la que a su personaje lo atraviesa el dolor. Y lo que se ve es un modo poco tradicional de manifestar ese sentimiento: “Esa naturaleza va a aparecer en muchos momentos de la serie, porque además instala una animalidad. ¿Cómo se llama la serie?”, pregunta, sabiendo que se sabe la respuesta.

-¿El Tigre Verón?

-Pues bien, los tigres no atacan de entrada… Cuando vas a enfrentarlo no ataca, el tigre se resguarda. Una vez no ataca, dos veces no ataca, tres veces y te destroza. Y yo quise construir eso: este tipo tiene una gran dificultad y es cómo gobernar sobre su temperamento. Por eso hay una escena en la que le digo a mi hijo: “Cuidado porque te destrozo”. Le advierte que tenga cuidado con su padre, pero no el cuidado institucional. Lo amenaza. Tuve que estudiar mucho para encararlo.

-¿Te enfocaste en alguna figura en particular? Al principio se decía que como era del mundo de la carne, podía tener algo de Alberto Samid.

-No, muy por el contrario. Hay mucho cuidado de que no haya ningún tipo de relación con alguien. No es un programa testimonial.

-Pero viste videos de un Moyano, por ejemplo…

-Vi de un Lorenzo Miguel, te diría. Eso quería: distancia. Y distancia también en las formas. Me gustó irme para atrás.

-Una vez publicamos que tenías una coach y a muchos lectores les llamó la atención que a esta altura Chávez tenga coach.

-Hay que entender qué es un coach.

-¿Y qué es?

-Hay que chequear en cada cual cómo funciona. Está desde el que te va diciendo cómo tenés que hacer hasta el que te tiene el café mientras actuás. Toda esa gama se llama coach.

-¿Y Lili Popovich cómo es?

-Una persona con la que me uní para fortalecerme en el oficio. Hace 26 años que trabajo con ella. Al principio me costaba mucho ir a los canales, me inhibía, no me motivaba con ciertos asuntos de este trabajo. Por mi naturaleza, el medio me era medio hostil en mis comienzos. Entonces pensé: voy a llevar a alguien que pueda ayudarme, que me pueda mirar y con quien pueda establecer un código. Como no podía decir que llevaba coach, la presentaba como una amiga.

-¿Cómo era ese primer código?

-Grabación en Canal 9, con Alicia Bruzzo y Lito Cruz. Le digo «si estoy mal ocupado o no estoy bien con mis ocupaciones me hacés uno (levanta un dedo, con los brazos cruzados), si estoy bien ocupado pero tenso me hacés dos, y si ves que voy bien me hacés tres». Yo ensayaba y miraba a Lili.

-Es una técnica como inocentona…

-Pero no sabés lo útil que fue. Corregía porque tenía a alguien afuera del partido que miraba cómo estaba yo en cancha. Y eso me fue fortaleciendo. Me dio confianza. Alguien podría decirme “Julio, ya está”. Y en un punto es verdad. Ya sé lo que pasa en cancha, pero siento que no tener más coach puede ser un acto peligroso y también hay cuestiones que uno debe respetar. Establecí un veedor externo y lo quiero seguir teniendo. Viene a las grabaciones, pasan días y días y capaz no hablamos de trabajo, pero es un recordatorio. Es como la Iglesia para mucha gente. Es una ubicación, un camino.

-¿Nunca te fuiste a la banquina en ese sentido?

-Sí, claro. Por eso no dejo de ocuparme. Y colaborar con el entrenamiento de la gente me hace estar muy atento.

-¿No preferís decir enseñar o formar?

-No, no me gusta. Yo creo que el que se forma es el individuo, con ayuda de muchas cosas.

-Pero el que fue al Conservatorio de Arte Dramático…

-Tiene herramientas, pero si no hay un ser consciente ocupado y preocupado no hay formación, hay otra cosa. Se informó de algo.

-Llega alguien nuevo a tu taller de actuación y ¿qué escucha de vos?

-Le abro mi cocina y le digo “Mirá, yo uso esto, uso aquello, voy a intentar ayudarte a que pienses, pero el que piensa sos vos”. No te forma un maestro. El que se forma es un individuo con maravillosos maestros, colaboradores de esa formación.

-En tu hoja de ruta, ¿qué lugar ocupa entonces Agustín Alezzo?

-El de un gran maestro. Él no me formó, pero fue clave. Que Alezzo diga “Un grito se aguanta, dos gritos regular, tres gritos es algo insoportable”… ¿Ves? Siempre recuerdo eso. Él se lo puede decir a todos, pero el que indagó frente a eso fui yo. Los maestros no son responsables de lo que uno hace con lo que dan. El maestro es un gran dador.

-¿Y qué tipo de dador sos?

-Un dador generoso, no me guardo ningún utensilio de mi cocina.

La charla reproduce interesantes diálogos con sus alumnos, hace escala en la infancia, remueve recuerdos, humedece su mirada y esa mirada intensa hace foco en un espejo imaginario: “Me veo, veo las fotos, veo el paso del tiempo, la papada, la pelada, que ya no rinde subir o bajar el mentón, que ya no vale eso de abrir los ojos porque al final parezco un desorbitado. Y, por otro lado, no haría nada para evitarlo, porque si estás enamorado de la vida hay que acompañar y observar este proceso».

-¿Siempre estuviste enamorado de la vida?

-De la mía sí. Ha sido un buen compañero mío.

Silvina Lamazares
06/07/2019
Clarín