Junto al actor y productor protagoniza la obra “Un rato con él”, que hoy llega a Mendoza, con cuatro funciones en el Plaza.
“Más que ser un provocador, puedo hacer cosas que provocan. Mi intención no es provocar, sino hacer el ejercicio en la vida de vivir, pensar, intentar elegir y hacer la experiencia de mi oficio. Y eso, a veces, es provocador”, dice Julio Chávez con la firmeza y el tono reflexivo que lo caracterizan.
La reflexión y el riesgo son inherentes al actor. Y aunque al propio Chávez le despertaba dudas si esto funcionaría, la unión con Adrián Suar en el escenario en “Un rato con él”, no fue más que la confirmación de su éxito indiscutido en la cartelera comercial.
Escrita por el propio Chávez y por Camila Masilla, la comedia narra el reencuentro de dos hermanos. Distanciados hace años, Gregorio (Chávez) y Darío (Suar), hijos de distinta madre, se ven obligados a reunirse tras la muerte del padre para repartir la herencia. Y ese encuentro les deparará varias sorpresas.
En plena gira nacional llega para ofrecer entre hoy y mañana cuatro funciones en el Teatro Plaza de Godoy Cruz.
–Escribiste la obra y la interpretaste, algo inusual en vos, pero que te dio muchas satisfacciones…
–Muchas. Primero, no es tan común que uno tenga ganas de hacer un espectáculo para vivir una experiencia teatral con un colega. En este caso era por el gusto de Adrián y mío de proponernos hacer una experiencia teatral juntos, con todo lo que eso implica. Aun con lo provocativo que tenía, si se quiere, porque somos dos actores que no se imaginaba que iban a compartir una obra así. Y a esta altura del partido, si algo nos caracteriza son dos cosas: la ignorancia y el prejuicio.
–¿Y cómo llegaron, al fin, a actuar juntos?
“Más que ser un provocador, puedo hacer cosas que provocan. Mi intención no es provocar, sino hacer el ejercicio en la vida de vivir, pensar, intentar elegir y hacer la experiencia de mi oficio. Y eso, a veces, es provocador”, dice Julio Chávez con la firmeza y el tono reflexivo que lo caracterizan.
La reflexión y el riesgo son inherentes al actor. Y aunque al propio Chávez le despertaba dudas si esto funcionaría, la unión con Adrián Suar en el escenario en “Un rato con él”, no fue más que la confirmación de su éxito indiscutido en la cartelera comercial.
Escrita por el propio Chávez y por Camila Masilla, la comedia narra el reencuentro de dos hermanos. Distanciados hace años, Gregorio (Chávez) y Darío (Suar), hijos de distinta madre, se ven obligados a reunirse tras la muerte del padre para repartir la herencia. Y ese encuentro les deparará varias sorpresas.
En plena gira nacional llega para ofrecer entre hoy y mañana cuatro funciones en el Teatro Plaza de Godoy Cruz.
–Escribiste la obra y la interpretaste, algo inusual en vos, pero que te dio muchas satisfacciones…
–Muchas. Primero, no es tan común que uno tenga ganas de hacer un espectáculo para vivir una experiencia teatral con un colega. En este caso era por el gusto de Adrián y mío de proponernos hacer una experiencia teatral juntos, con todo lo que eso implica. Aun con lo provocativo que tenía, si se quiere, porque somos dos actores que no se imaginaba que iban a compartir una obra así. Y a esta altura del partido, si algo nos caracteriza son dos cosas: la ignorancia y el prejuicio.
–¿Y cómo llegaron, al fin, a actuar juntos?
–El tema es que no había material, porque era muy difícil encontrar alguna obra para él y para mí. Y no apareció la obra. A raíz de eso construimos toda la historia de “Un rato con él” y se la dimos a un autor, pero tampoco funcionó. Entonces, ante la posibilidad de abortar el proyecto, Adrián me pidió que lo escribiera. A mí no me gusta escribir porque sí, no lo hago a pedido, no escribo comedias. En fin, ‘este matrimonio no va a funcionar’, pensé. De manera que esta obra está plagada de proyectos matrimoniales, aparentemente imposibles y que el hacer y el tiempo va a mí y a Adrián demostrándonos que son posibles.
Los Tarcos Deptos – Junio 2018 – 300×600
–Son como esas parejas que a las que nadie les ve futuro, pero funcionan…
–Es una pareja que uno no podría haber imaginado a priori en el escenario que iba a producir lo que finalmente produce. Me parece que la obra funciona por muchos lados, es muy universal. Es el encuentro de dos seres humanos, que por una cuestión de herencia les toca por suerte, encontrarse una tarde y ponerse al día. Los dos roles, el de Gregorio y Darío, tienen prejuicios e ignorancia, en relación a lo que creen del otro. En relación a cómo armaron sus historias. Y siempre hay un familiar que se nos acerca, para desasnarnos y decirnos que la historia tal como nos la contaron tiene alguna falla.
–Es bastante rebuscado pensarlo, pero ocurre…
–Uno construye su identidad en función de lo que le han dicho, que cree que escuchó, cosas que le pareció y finalmente alguien viene a desasnarse. Yo entendí con “Un rato con él” que aún en la identidad de la tragedia, uno siempre crea afectos. Porque si una persona se creyó siempre guacha y nunca querida y, de golpe, descubre que no fue guacha y sí la querían, esa persona va a tener que abandonar algo muy querido que es su identidad de guacho. Es que uno construye afecto con la identidad. Por eso, cuando me dicen “¿cómo podés estar tan enamorado del sufrimiento?”, yo digo que el sufrimiento construye identidad en mí.
–¿Cómo fue encarar una comedia en el teatro?
–Es un gran aprendizaje. Yo le decía a Adrián que no tenía tela para eso. Y he descubierto que la tengo, que aprendí muchos guiños de la comedia, muy atractivos para un actor y un autor. Pensar en el espectador y también pensar que el espectador se sienta involucrado en la historia es parte de esto. Fue toda una estrategia escribir el material para que el espectador hiciera un viaje, que va de la risa al llanto. Y proponerse un autor algo así es todo un desafío.
Los oficios de Julio
–El año pasado te luciste en “El Maestro”, con el que de alguna manera le rendiste un homenaje a tu vocación de maestro. ¿Es cierto que has rechazado propuestas de ficción por continuar con la docencia?
–Sí. Es así por muchos motivos. Es por un principio que establecí hace muchos años. Si hay un hermoso ejercicio del ser humano es hacer una vida basada en tus principios. A mí la docencia me ha salvado en muchos sentidos, me ha formado, es un espacio de pensamiento, ha sido un espacio de sostén durante décadas, me permitió desarrollarme y elegir qué hacer, darme el tiempo para intentar mejorarme como instrumento.
–¿Sentís que tenés que retribuir eso?
–Siento que le debo a ese espacio gratitud, trabajo, respeto, dedicación. Y así lo hago; yo abandono un día de grabación en el horario en que tengo que salir a dar clases. No existe algo por delante de eso. Y hago un ejercicio ético, de lo que yo entiendo que está bien para mí.
–¿El oficio de actor está tan presente como el de artista plástico?
–Sí. La pintura está ahí muy fuerte. Y mi pintor es un sobreviviente increíble, porque tiene un hermano actor que le hace mucha sombra. Pero al mismo tiempo trabaja y gana plata para llevarle los acrílicos (ríe). Estoy muy a gusto en este momento, porque he salido un poco del conflicto de actor, pintor, de la pelea que el pintor sea legitimado como el actor. Mi pintor será legitimado como tenga que ser, no me preocupa tanto el tema y eso me permite trabajar con mucha más libertad y alegría. Trabajo mucho como pintor, no hay semana que no esté en mi taller trabajando y tengo proyectos como artista plástico. Tuve la suerte que en el Museo Caraffa en Córdoba, me hiciera una invitación para esta fecha. Y justo coincidía con unas funciones en Córdoba. Así que la semana pasada estuve con funciones y me quedé haciendo el montaje de la muestra.
–Además de la gira con la obra, ¿tenés nuevos proyectos en el teatro?
–Dos proyectos. Una obra de nuestra autoría con Camila Maines, que voy a dirigir. Y estoy empezando a construir el próximo material que haría yo como autor y se llama “El hijo de Juan Olive”.
–¿Te sentís provocador?
–Me siento una persona a la que le gusta correrse. Soy alguien que ha tendido a apartarse y provocar. Me acuerdo de cuando hice “Farsantes”; la gente no podía entender por qué hacia una tira. Y yo quería probar y demostrar que en las tiras se puede trabajar bien. Romper ese mito de que no es prestigioso trabajar en una tira. Darme el gusto y trabajar como un animal. Y me dio enormes réditos. Hice “La cabra”, que durante diez años no encontraban actor que la hiciera porque es una obra provocativa y hasta desagradable. Y yo la hice, porque tenía mucho interés en resolver los problemas expresivos de ese material. La dirigí, la actué y fui muy criticado. Mucho público se acercaba porque había visto “El puntero” y no podían entender la porquería de material que estaba haciendo, según su punto de vista. Fui criticado, pero al año estaba haciéndola en Mar del Plata y me llevé todos los premios.
Dos detectives sueltos en la pantalla
La dupla Julio Chávez- Adrián Suar dio su frutos y llevados por el éxito en el teatro, preparan para el año que viene una ficción televisiva, que los tendrá como protagonistas.
“Estamos hablando para hacer una serie con Adrián. Vamos a hacer una ficción que se llama ‘Mugre y roña’, sobre dos detectives. Y estamos con eso, porque tenemos ganas de hacer una nueva experiencia. Es todo un riesgo, pero estamos muy entusiasmados”, cuenta.
–Siempre sorprendés en televisión y elegís buenos proyectos.
–Por suerte sí. Me siento muy agradecido porque siempre me han dado muy lindos partidos para jugar. Y siempre me he sentido redituado, probé cosas diferentes.
Por Lorena Misetich – especial para Estilo
Viernes, 8 de junio de 2018 | Edición impresa