«No sé cómo vamos a poder resolver nuestra grieta»

 

 

El genial actor habló con Infobae sobre su obra «Un rato con él» junto a Adrián Suar, los enfrentamientos en la comunidad actoral por la política, y el fenómeno de denuncias de acoso sexual que golpean a hombres poderosos alrededor del mundo

Por Luis Novaresio 4 de febrero de 2018
Una señora bajita, de pelo totalmente cano que se aferra a su cartera dice: «Es un prodigio».
La mujer a su lado, de ojos y pestañas enormes, sentada en fila 7 del teatro, parece que quiere corregirla: «Es un mago, un hechicero». Por fin, lauda el hombre de barba, lentes y ojos claros sentado cerca de la primera: «Es enamorable. Te entendería si te enamoraras y te fueras con él».

La escena presenciada por este cronista ocurre hace unos días en el teatro El Nacional de calle Corrientes, donde Julio Chávez, Adrián Suar, Manuela Pal y Marcelo D Andrea, dirigidos por Daniel Barone, han vuelto por 10 semanas más a ratificar el suceso de 2017 de la comedia dramática «Un rato con él». Las dos, el de barba y todo el teatro aplauden al elenco y ovacionan a Julio Chávez.

El actor podría sentirse un rocker. Una estrella del pop. La devoción de su público lo autoriza. Sin embargo, Chávez parece no sucumbir a semejante calidad deseada por tantos y luce como mucho más que eso. Es un artista respetado. Tiene el duende.
Sabe que tiene un público que lo admira («fue muy interesante juntarnos con Adrián que tiene una popularidad inmensa, distinta de la mía») y agradece el aplauso como un modo de saber que tiene el oficio. No dice actuar, cuando se lo entrevista. Habla de «tener el oficio».

Es cálido y seductor cuando habla y mira. Habla pausado. Mira con permanente curiosidad. Mira. «No hay escena humana que no merezca ser observada», dice Desmiente con sus formas algún comentario de ser un tipo «difícil». Y, sin querer, responde a esa pregunta nunca hecha. «No soy fácil. Es que soy desconfiado. Y a veces me pongo paranoico».

Chávez habla de todo. De la grieta («me ayudan para entenderla maestros como el Ibsen de «Un enemigo del pueblo». Yo siempre recurro a los autores de teatro), de los casos de acoso y abuso sexual («A veces me pregunto por qué se sigue apaleando al malhechor, si es por deseo de justicia o de algo más»), de los programas de chimentos («Los veo, claro. Veo mucha televisión. En mi habita una señora Carlota muy poderosa que queda obnubilada con esos programas, como en todos») o de sus colegas («siento por Adrián Suar algo del orden a la hermandad»).
Conversa largamente con Infobae sobre el sentido de su oficio, de los tiempos en los que está viviendo y recurre muchas veces a pensadores como Jean Paul Sartre o Albert Camus. A propósito del padre del existencialismo, el cronista le recuerda una frase: «No sé si Dios existe o no. En cualquier caso, me tiene sin cuidado». Chávez hace un largo silencio, mira directo a los ojos y dice: «No sé si existe. Pero no me tiene sin cuidado. Creo que uno debe apoyarse en la inconsistencia que es la vida y construir desde ahí. Y nada más inconsistente que Dios». Telón.
— ¿Qué te pasa cuando te aplauden?

— Bueno, un poquito de pudor. Gusto. Si no me aplaudiesen, y ya me acostumbraron a que lo hagan, me daría un poco de sorpresa y de extrañeza. Y después generalmente es una deuda, si te aplauden después tenes que justificar por qué te aplaudieron. Entonces me parece que es una manera de obligarte a trabajar. Porque te aplaudieron entonces vos tenes que justificar según tu criterio y tu principio qué vas a hacer para que eso tenga verdadero valor.

— Yo decía antes de empezar y pasa algo muy particular, hay como una especial devoción del público por vos, cada vez que yo te he ido a ver al teatro en distintas obras hay como un «vamos a verlo a Chávez» y de movida hay como una empatía ¿Eso desde arriba se siente?

— Bueno, yo soy bastante paranoico, ¿sabés? Y yo prefiero el espectador que me tengo que comprar, no el que supuestamente ya tengo a favor. Si bien es muy grato tener un público a favor porque si no se hace muy dura la labor a mí me gusta mucho la conquista; si advierto que el público viene a favor quiero que ese favor y esa sensación de simpatía se justifique después del espectáculo y diga «bueno, lo vuelvo a votar».

—Yo creo en las químicas imperceptibles, y arriba del escenario con Adrián Suar se da algo.
— Sí. En verdad por suerte se da algo que Un rato con él es un espectáculo que fue construido para justificar un presentimiento de un gusto de estar juntos en el escenario. Yo a Adrián lo quiero enormemente, lo he conocido primero como productor de varias cosas que he hecho para él. Y lo respeto, lo quiero y le tengo un profundo agradecimiento. Pero además me gusta él como persona, me siento familiar, me siento confiado, me gusta estar con él. Y me gusta que le vaya bien y me da una suerte de gusto y de placer su existencia. Es un amigo. Y un día apareció la posibilidad de trabajar juntos, el gusto o la fantasía de hacerlo, y dije «bueno, podemos buscar algo para estar juntos en el escenario». Una dupla inimaginable en un principio porque tenemos una manera de presentarnos diferente y un tipo de oficio y de producciones que no tienden a unirnos como actores. Pero eso es lo que doblemente nos gustó además, es una provocación. Yo no soy un actor taquillero como es Adrián, soy un actor de otro tipo de taquilla digamos pero no masivo en el teatro como lo es él. Yo jamás me hubiera imaginado escribir una comedia para la calle Corrientes. Yo soy autor de teatro pero nunca pensé, y menos para mí, a mí nunca me ha interesado escribir para mí.

— Me gustó lo de «justificar un presentimiento» de que iba a ser algo bueno trabajar juntos.
— Digo presentimiento porque no existía la forma que nos una, había un deseo y un gusto de manifestar y de encontrar un material que aúne y que exprese esta situación de química que tenemos, este respeto y este cariño que tenemos ambos como actores, como personas. Entonces había que escribir un material que justifique eso pero al mismo tiempo un material que sea dramático, un material que tenga en sí mismo un valor. Cosa que a mí me alegra enormemente porque tenemos el gusto de que Un rato con él está siendo pedido por otros países como material para ser hecho. Y para mí eso es muy grato porque digamos, el material se construyó para esta unión pero por otro lado soy un hombre de teatro y no termina la justificación en Adrián y yo queremos estar juntos, a mí qué me importa que quieren estar juntos, si no construir un material que haga de eso una expresión teatral.

— Nació así, el «presentimiento de trabajar juntos» y te sentaste a escribir una obra de estos dos hermanos.
— No, no, no fue tan fácil. Primero apareció la lógica de «busquemos un material» y los productores empezaron a buscar un material. El material no apareció. Y después apareció la posibilidad de buscar un autor. Entonces como Adrián y yo teníamos claramente toda la estructura del material y la idea entonces buscamos un autor que lo despliegue en lo que se llama una acción dramática. Y eso no terminó de funcionar, lógicamente, porque si llamás verdaderamente a un autor es muy difícil que eso pase. Entonces Adrián me dijo un día «escuchame una cosa, escribila vos». Entonces yo le dije, «no sé si voy a poder, voy a tratar». Escribí el primer acto, se lo entregué y me dijo «dale». Y fue muy relajado, especialmente para como yo soy, que no me caracteriza la relajación en mi vida, no soy alguien muy confiado, más bien el conflicto me estimula, éste fue un proceso enormemente relajado, sorpresivamente relajado porque tampoco nos conocíamos como actores. Yo no sabía qué iba a pasar. Yo no sabía qué le iba a pasar a Adrián cuando tenga que hacer respetar un texto y cuando tiene al autor enfrente. Si bien tenemos por suerte un gran director, que es [Daniel] Barone, bueno, yo tenía además de tener un compañero enfrente tenía al productor, y tener al productor enfrente no es tan fácil, y ese productor, a Suar. Que además es un hombre que verdaderamente se pone sobre los hombros y tiene incidencia artística y decisiones de productor y de artista –que no entiendo muy bien por qué todavía se diferencia de productor artístico digamos. Y él tampoco sabía yo como autor cómo iba a funcionar un pedido de cambio, o esto o aquello. Fue todo muy relajado, muy bueno, muy productivo, yo he crecido enormemente. He aprendido muchas cosas acerca del oficio. Y además hemos tenido la dicha de que nos vaya muy bien. Y nos gusta encontrarnos en el escenario y cada noche estamos muy preparados para la pelea y yo sé que estamos contentos y orgullosos de este hecho teatral.
— Dijiste el conflicto me estimula. ¿Te estimula el conflicto general que se ve? Yo tengo una impresión de que hay como una tensión permanente sobre casi todo en nuestro país.

— Mira, me estimula eso cuando voy en busca de pensadores que piensan sobre el asunto de una manera atractiva. Si bien el conflicto sigue estando, por lo menos te alimentás de un pensamiento que hace del conflicto el entendimiento de algo humano. Y decís «bueno, voy a tal autor», lo leo y digo «qué mirada extraordinaria acerca de lo que está pasando». Entonces estamos en un momento particular, el que fuere, yo generalmente voy a donde me he alimentado toda mi vida, al teatro. Y voy a los autores de teatro que son parte de los grandes pensadores del teatro. Entonces si hay una situación conflictiva lo busco a Ibsen y busco una obra de Ibsen y siento que Ibsen desde 1890 me está contestando algo y que no está tan lejos. Entonces un hecho conflictivo se transforma además en un hecho de pensamiento y creativo. Y yo tengo la decisión de que busco en donde he tenido un compromiso y donde me siento socio, que es el teatro. Y ahí busco y siento que nos hablan todavía de hoy de una manera muy extraordinaria.

— Tu actividad de golpe quedó muy atravesada por la política. La grieta, que era más propia de los periodistas o de los políticos, se instaló entre los actores de una manera muy fuerte. ¿Lo percibiste o no eso?
— Bueno, si no lo percibo tengo que ir al médico porque algo, el Alzheimer, vino de una manera inesperada. Sí, por supuesto, no es algo para percibir, es algo simplemente que se ve, está ahí, no está escondido, está particularmente expuesto. Y de una manera que no sé cómo esto va a ir para poder resolverse. Porque hay daños además muy difíciles. En una época además donde poco importa, o aparentemente poco importa, el daño personal que se puede llegar a producir. Después en cuanto a las ideologías es sabido y es histórico, Camus y Sartre se separaron siendo íntimos amigos por una cuestión, Sartre le dijo a Camus «hay que hacer política con el arte» y Camus dijo «el arte es autónomo», y ahí se separaron.

— ¿Y sos más sartreano, más camusiano?

— Camusiano. Y entiendo, tengo el entendimiento y además yo tengo un principio, y es que yo comprendo ambas posturas, es simplemente una decisión. No es una decisión que se sostiene sobre una verdad real, es una decisión que se transforma en una verdad si la podés sostener. Entonces lo que vos hagas como decisión eso es. ¿Vos decís esto es así? Pues construya señor en base a eso y haga su historia, haga su vida.

Lo que yo sí intento es mantenerme en donde yo he decidido que están mis principios, donde yo he decidido apoyarme digamos. Por eso yo te digo vas a tal asunto, voy a buscar al señor Ibsen. ¿Entendes? Que hace Un enemigo del pueblo y que dice señores, la verdad, sea como sea, tiene que salir a la luz por el bien de la tribu. Pero el mismo señor Ibsen en otra obra que se llama Pato salvaje dice señores, la verdad si simplemente destruye en nombre de la verdad, simplemente por un acto de sostenimiento casi reactivo cuidado, porque puede haber muchos seres humanos que en nombre de la verdad se les destruye la vida con objetivos que hay que ver si son la verdad. El mismo autor te pone dos cuestiones. Yo he decidido apoyarme ahí, es ese lugar donde he decidido pensar. Y el resto es lo que sucede, son las diferentes verdades que suceden o lo que está sucediendo, lo que está pasando.

— Posición no menor en los tiempos donde pensar es… Digamos, la grieta es el no pensar, la grieta es el dogma, la grieta es blanco o negro, sos amigo o enemigo.

— Bueno, yo tampoco podría generalizar porque yo prefiero pensar que en esto que se llama la grieta, no sé, hay seres que están pensando, lo que pasa también es que hay un escenario diario que es muy potente, muy sonoro, y que inclusive tapa los pensamientos de aquellos que están realmente en el interior de un espacio pensando. Y no pensando en la grieta, pensando. La grieta se forma cuando se quieren determinar cosas. Pero hay seres pensando de un lado, del otro, del otro y del otro, porque no solamente hay dos lados, hay varios lados. Y yo sé que hay pensadores extraordinarios en todos esos lugares. El problema es que hoy aparece un campo de batalla que los incorpora donde están, están dentro de eso, y que hay que ver si su pensamiento se está escuchando.

— Tuve la impresión viendo Un rato con él que era una obra de la búsqueda del amor, los dos hermanos buscaban desesperadamente ese amor fraterno, el recuerdo del amor del padre y de sus respectivas madres. ¿Del desamor uno se recupera?

— Del desamor… No sé muy bien qué es la palabra recuperarse pero yo prefiero pensar si se puede hacer algo con el desamor, que para mí el hacer, la acción, es una manera de recuperación. Si podes hacer algo con eso es una manera de recuperarte. Yo conozco experiencias, no amorosas, que han producido a pesar de eso una actitud vital frente a la vida y que finalmente hay vitalidad frente a una experiencia aparentemente no amorosa. Y al revés también. Conozco muchos seres que han vivido un amor tan increíble, tan increíble, que una vez que desaparece el mundo se transforma en una depresión. Entonces todo depende a qué ser humano tomás, en qué momento lo tomás. A mí me impresiona mucho la inevitabilidad de que tu historia y tus cosas, tus vivencias, aparezcan inevitablemente, como el sonido de tu voz, siempre te sorprende que vos. Y decís y quién creías que iba a ser, vos.

— ¿Incluso cuando la escribiste había una inevitabilidad de…?

— Aparece, porque uno googlea. No sé si esa palabra se puede usar o estoy haciendo promoción… Entonces aparece ahí un hecho, vos googleas cosas que viste, películas que viste, obras que leíste, conversaciones que escuchaste, análisis, sesiones tuyas, sesiones de los otros, y bueno, cuando sos más grande todo eso se va ampliando. Entonces empezás a tener una idea, inmediatamente empezar a preguntarle a tu propio Google personal, bueno, qué sabes de esto y empieza a bajar información. Y en el interior de esa información hay de todo, aún cosas que parecían un plagio y no lo son, pero finalmente lo son, porque…

Se han repetido…

— Esto es ya lo peor que te puede pasar, tener una idea y dicen «claro, como en la película tal», y vos decís «la puta madre, con lo que me costó escribirla, yo no vi esa película». Bueno, no viste esa película pero vivís en el mundo.

Entonces apareció, cuando vos hablas del amor, el amor tiene escenas predilectas por cada tribu y otras escenas que no son relacionadas al amor. Pero los dos personajes, tanto Darío como Gregorio, han establecido una relación, yo prefiero llamarla erótica, con la vida a través de diferentes objetos. Darío, que es el rol de Adrián, estableció en las cosas un afecto. Sobre todo porque no las tenía. Generalmente uno establece afectos con aquello que en principio no tiene. Y Gregorio estableció afecto en un momento de su vida que tiene que ver con su hermano. Y ahí están los dos seres atrapados en cómo construyeron el mundo afectivo.

Y esta obra tiene la posibilidad de que ellos encuentren para que vea cada uno que no toda la historia que armaron es así. Porque aún en el dolor armamos historia de tal manera que queremos que la historia sea totalmente así, aunque sea horrorosa ¿Por qué? Porque establecemos afecto con esa manera de relatarnos la vida, inevitable. Entonces a veces aún la persona que ha sufrido enormemente uno a veces tiene ganas decirle ¿No crees que hay un aspecto que no termina de ser así? Y los seres humanos muchas veces no queremos ceder porque estamos muy enamorados, tiene que ver con la identidad, tiene que ver con el afecto, tiene que ver con cómo construimos el mundo, y queremos vivir. Para nosotros vivir el mundo es construir una ficción y uno no quiere soltar esa ficción.

— No, mi pregunta iba, la del desenamoramiento, casi a una cosa mucho más «coríntelladesca»…

— Me encanta, ahí me formé yo.

— No te quiere más, quién vos amás no te quiere más. ¿Te recuperás de eso?

— Depende dónde establezcas el apoyo, pero sí. Hay un libro hermoso que se llama Una pena observada -de C. S. Lewis- que es justamente algo que hace un sacerdote que pierde a su mujer y que hace de esa pérdida la escritura de un libro contando el proceso. Y lo que tiene para mí de conmovedor el libro, extraordinario, es que él está articulando algo que en el mismo título está Una pena observada. No una pena sino una acción que se hace con esa pérdida que es observarla y hacer algo, en su caso escribir. Como salvando una experiencia dolorosa produciendo. Entonces hay quienes que sí se sobreponen y hay quienes no se sobreponen. Y es entendible una cosa como la otra. Había una película –no me acuerdo cómo se llamaba-, una de cantantes creo, en la que ella perdía a su amor y lo veía que se iba con una balsa porque era histórica la película. Y mientras veía que se lo llevaban al cuerpo decía «ojalá que el tiempo pase rápido, para poder reencontrarse con él». Y hay seres que establecen ese vínculo y es una manera posible y hermosa también. Puede ser. Hay seres que aman así, otros que aman de otra manera. Lo único que sí me parece que no es la depresión, es cuando ves que un ser está atorado, que no puede hacer. Entonces ahí me parece que está bueno tratar de colaborar.

— Hoy en día hay como un debate entre, también envuelve a tus colegas artistas, sobre el feminismo y el respeto por los derechos de la mujer, los casos de abusos que también globalmente suceden ¿Cómo estás viviendo este momento?

— Triste, triste. Preocupado por muchos motivos. Pero ya hay algo sobre el tapete muy importante, que no va a volver atrás. El hecho que se escuche y que se diga «No» y que al que se le dice «No» públicamente sepa que hay un espacio donde eso tiene una consecuencia es importantísimo. Y me parece que es una batalla ganada ya. Más, menos, con retrasos, no retrasos pero que hay algo ya que entre la tribu nos estamos diciendo que es «No». Y que hay algo que se está escuchando. El tema con el que también me siento preocupado es cuánto se va a seguir golpeando y con qué necesidad seguir.

— ¿Golpeando?

— Al malhechor que se ha agarrado ¿Creemos que nueve golpes es más que uno? ¿Por qué? ¿Al punto de liberarnos de una ira con ese sólo ser? Entonces pienso, ¿Y si agarramos a tal malhechor y toda nuestra ira va contra él, y mientras tanto una nieta de ese malhechor se tira por el balcón porque no puede creer lo que ha hecho su abuelo? Por insistencia de la tribu de ubicarlo en el lugar del malo ¿Está bueno? Había una película, M, el vampiro de Fritz Lang que mientras que todo el pueblo agarra al malo y el malo tiene un último monólogo donde dice «Yo quiero que sepan, que yo no tengo posibilidad de evitar lo que hice. Pero ustedes tienen la posibilidad de perdonar o de reflexionar acerca de hasta dónde van a seguir golpeándome». Yo me apoyo en todas esas cuestiones y me angustia, o me preocupa, desde ese punto de vista sobre todo. Y a veces me sorprendo y me siento, por un lado muy sorprendido por el avance, por algo que digo qué bien. Yo no soy una persona que no escuche el «No», por el contrario. Y por otro lado me acuesto y pienso: ¿Yo no acoso al mundo? ¿Ninguno de mis actos son acosos o son acosos ya estipulados? El hombre está acosado. ¿De qué acosos hacia el hombre yo soy responsable?

— ¿Sufriste alguna vez de acoso?

— Sí, por supuesto, porque soy un ser humano. Entonces cuando sos chiquito y te dicen si no te sacás una nota, repetís, es una suerte de acoso. En fin, la ley, la sociedad se arma también en base de acosos. Y me parece importantísimo que de golpe se puede decir «no, muchachos, así no». Y está muy bien. Hay que construir la ley pero como toda ley, a mí me encanta el sentido de la palabra justicia. Justicia era algo que vivía entre los hombres. Era algo, vivía entre los hombres. Pero se hartó de los hombres y se fue. El hombre, cuando descubrió que la justicia había desaparecido como integrante de la tribu, dijo ahora vamos a tener que construirla nosotros y la quiere construir a la manera que la justicia era. Nunca lo va a ser. Porque ha quedado en mano de los hombres que se han portado mal y la van a construir equivocadamente.

— Ya que lo citaste a Sartre, él usa mucho a los sofistas. Y dice uno de ellos «La justicia es lo que el hombre poderoso dice que es».

— Exactamente. ¿Quién puede decir que está mal lo que está pasando? El tema es: ¿Y qué vamos a hacer con esto? ¿Hasta dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién lo va a parar? ¿Cómo se va a seguir golpeando a tal o cuál o al de más allá? ¿Cuál es el sentido de que lo repitas? Ok, ya está. Está terminado el asunto. El señor o la señora están expuestos, pero ya está. ¿Cuánto más lo van a golpear? Y golpeando más, ¿superficializamos o profundizamos el tema?
Hay unas reglas del mercado que se han impuesto en tu laburo, vos que hacés tele, que es el rating. ¿Cómo o cuánto te importa?

— Y, cómo no me va a importar. A mí me importa, por supuesto. No me importa al nivel de sentir que mi mirada artística empieza a padecer o mi criterio. Pero son elementos que están. Entonces, si vos escuchas che, tuviste 14 ayer y los de enfrente tuvieron 9, es como los nenes. Yo he jugado a las figuritas, mucho no ha cambiado el asunto. Me afecta, me importa. Pero tengo la dicha de también de alimentarme de algo que no depende de eso, entonces no reniego –porque yo no puedo hacerme el tonto conmigo mismo-, me doy cuenta que me importa. Me importa que al canal le vaya bien, me importa que al productor le vaya bien. Pero en el momento de tener una mirada acerca de una escena, no me importa el rating. Entonces me tranquiliza saber que no está afectando a mi hijo pródigo.

— Algunos dicen «No me importa el rating, no miro tele» ¿Mirás tele?

— ¡Pero!

— ¿Qué cosa, no? Esos que dicen no miro tele.

— Bueno, algunos no mirarán.

— De lo que se pierden

— Bueno, tampoco puedo decir eso. Yo miro porque además para mí es un detector de dónde mira mi criatura cuando la dejo libre.

— Haceme un zapping, Chávez. ¿Qué ves?

— A vos (Risas). Me puedo quedar en un documental que me interesa mucho. Me angustio mucho cuando me quedo en un programa de chismes porque me quedo profundamente agarrado. Entonces tengo una señora Carlota interna muy poderosa.

— Hay una Carlota.

— Pero cómo, hay varias, está Carlota; la prima de Carlota, están todas ahí. Pero tampoco le hago asco a nada. Donde me detengo me detengo y a algún lado va a parar. Porque intento llevar a cabo un principio que tengo. De verdad no hay escena del mundo que yo deba despreciar porque me alimento de ellas. Entonces todo, finalmente, es una manera de observar lo que yo he elegido en la vida: el hombre y sus escenas. Todos son escenas, algunas con más prestigio o menos; otras más apoyadas en una intelectualidad y otras sumamente superficiales. Pero aún la más superficial está hablando de algo y me detengo, y me gusta y me quedo mirando. Cuando yo era chiquito para mí la televisión –que apareció cuando yo tenía 5, 6 años y que mi padre pudo conseguir una. No sé cómo la consiguió, era una época muy difícil- para mí la televisión fue el mundo. Para mí era la manera de entrar en contacto con la humanidad. Ya no era la calle Pico o Cabildo, la maestra y los compañeros, si no empezaba a aparecer otra cosa para mí, que además no pertenezco a una familia de libros, de cultura. No pertenezco a eso.

— ¿Qué hacían tu viejo y tu vieja?

— Mi padre carpintero, pero no recuerdo haber visto a mi madre leer un libro y a mi padre, tampoco. No era la finalidad de ellos tampoco, para mí. No importa, no era necesario. Eso vino después. No les recrimino nada ni añoro o hubiera deseado nada diferente. Entonces, cuando apareció la televisión, apareció… yo tomé contacto con África por una imagen de un elefante por televisión. Para mí eso pasó a ser África. Era una cosa extraordinaria porque además era la verdad. El libro era una verdad detenida, pero si la televisión no era verdad, ¿qué era verdad? Cuando el elefante se movía y vos le veías el orto que iba «pum, pum». Eso era verdad. Entonces yo establecí con la televisión un vínculo de «Ahí está la verdad». Entonces, ¿cómo no voy a ver televisión? Si todavía la sigo mirando y digo «ahí está la verdad» (Risas).

— Tenes claro que hay… No, no hay envidia buena. No sé cómo se dice.

— Hay una…

— ¿Hay envidia buena?

— Bueno, sí, hay una suerte de… Sobre todo la envidia que dice «quiero eso». La fea es la que dice «eso es una porquería», que en verdad te das cuenta que es una envidia que destruye el objeto porque no lo puede tener. Pero si vos el objeto lo querés tener yo diría que es una envida casi erótica, quiero eso.

— ¿Tenes claro que provocas una envidia erótica? Digo, haciendo Yo soy mi propia mujer, yo quiero eso, ¿Sos consciente de lo que provocas?

— No soy consciente de eso pero soy consciente del gusto de poder ir hacia un espacio, que no sé si lo tengo pero estoy yendo, de apropiación del oficio. Cuando yo muchas veces me visto haciendo Yo soy mi propia mujer, experiencia muy importante en mi vida, yo muchas veces he agradecido a quién no sé, llamale a Dios, no hay problema, no me van a mandar una carta documento si no existe, diciendo «Señor, gracias por este oficio que me estás enseñando». Entonces si hay alguien que percibió ese gusto mío y lo envidia yo lo puedo comprender, se lo recontra deseo que lo adquiera y puedo entender. Puedo entender que mi gusto por mi oficio, mi gusto por encontrarme a mí mismo en el oficio y por haberme salvado a mí mismo en el interior de este oficio, si hay algo de eso que se comunica puedo entender que se produzca ganas de tenerlo.

— Voy a ser todavía más sincero, yo te he puteado porque digo «qué hijo de puta, cómo puede hacerlo tan bien».

— Porque es un oficio. Y es un gusto hacerlo. Y es una lucha, una larga lucha para poder tener un poquito de la libertad necesaria para producir eso y una suerte de haberme podido topar con ciertos elementos que me han ayudado a construirlo. Y un límite, porque ahí mismo cuando vos advertís que estoy pudiendo eso habla de que hay muchas cosas que no voy a poder. Porque nadie tiene todas las herramientas en el garaje. Entonces si tenes esas estoy seguro que alguna herramienta no tenes. La envidia fea es la que está deseando que se evidencie esa herramienta que no tengo. Por eso me cuido mucho de mis elecciones (Risas).

— Antes de volver a recomendar Un rato con él, que siguen unas semanas más.

— Sí, seguimos diez semanas más y después nos vamos de gira. Rosario por supuesto.

— Van a Rosario.

— Pero cómo no.

— ¿Van al Auditorio, a la Fundación o al Círculo?

— Vamos a ir al Broadway.

— Ah, al Broadway claro, por supuesto.

— Ahí vamos a ir. Que no conozco esa sala.
— Teatro grande, viejo cine de la ciudad.

— Y ambición, eso se llama…

— Cerca de casa.

— Ambición. Bueno, voy a tomar unos mates.

— Antes de recomendar esto y ya que estuvimos charlando yo soy sartreano, no camusiano, qué voy a hacerle.

— Está muy bien. Por eso tenés barba.

— Él decía, «yo no sé si Dios existe o no, en cualquier caso me tiene sin cuidado». ¿Existe Dios?

— Yo no sé si existe o no pero a mí no me tiene sin cuidado. Y además nadie sabe qué le va a pasar el último segundo de su vida. Conozco experiencias de seres muy creyentes que frente a un dolor terrible han dicho «Dios no existe». Y seres cero creyentes, que frente a una desgracia dijeron «Dios existe». Son posibilidades. Vuelvo a decirte, en la inconsistencia, y nada más inconsistente que Dios, apoyarse y construir en función de eso lo que puedas.

Chávez, Suar y elenco se presentan con «Un rato con él» en el teatro El Nacional (Av. Corrientes 960) hasta finales de abril. Los jueves y viernes hay una función a las 20:30 hs; los sábados cuentan con una presentación doble, a las 20.30 y 22.30, y los domingos, a las 20.