Argentina / México / Reino Unido, 1993.
En esta nueva edición de EL ESPECTADOR IMAGINARIO, nos acercamos a la vida y obra de la productora y directora argentina, Lita Stantic. Hemos reseñado el libro Lita Stantic. El cine es automóvil y poema, de Fernando Martín Peña y Máximo Eseverri, dedicado a su trayectoria; y en la nota que sigue a continuación nos enfocamos en su único largometraje, Un muro de silencio (1993).
La historia transcurre en Buenos Aires durante 1990. La directora inglesa Kate Benson (Vanesa Redgrave) llega a la Argentina para filmar una película ambientada durante la última dictadura cívico militar (1976-1983). En ese contexto, narra la historia de Silvia Cassini (Soledad Villamil), una joven que pierde a su esposo, Juan (Julio Chávez), un militante peronista que ha sido capturado y “desaparecido”. Juntos tuvieron una hija, María Elisa (Marina Fondeville). El guion lo ha escrito un ex profesor argentino, Bruno Tealdi (el talentoso y recordado, Lautaro Murúa), un intelectual de izquierda y amigo de Silvia que, al volver del exilio donde conoció a Benson, discute con ella los errores del pasado.
Paralelamente a esa ficción, el presente de Silvia (Ofelia Medina) es muy distinto al de la película que se filma. Es socióloga y se dedica a la enseñanza. Su hija ya es adolescente y vive con ella y su nueva pareja, Ernesto (Lorenzo Quinteros), a quien mantiene alejado de su pasado. Mientras Silvia rehace su vida, una amiga (Rita Cortese) le cuenta que están filmando una película basada en su historia. Bruno nunca le avisó ni le pidió permiso. El hecho de transponer sus vivencias al cine hace que todo se derrumbe. Los recuerdos vuelven con fuerza, traen dolor, pérdidas, se reabren cicatrices, y el fantasma de Juan reaviva su eterna búsqueda.
El comienzo del film expone los contrastes que marcarán el rumbo del relato. Una película sobre otra que toma forma en su interior. Dos historias complementarias, o mejor dicho, una sola recreando la anterior y fusionando el pasado con el presente. Las acciones van tejiendo un clima de nostalgia. Stantic esparce su mirada sobre un espacio al que colma de preguntas. Un lugar donde la ficción va en búsqueda de respuestas.
Cada uno de los personajes manifiesta esa búsqueda en relación a su entorno. Necesitan completarse de alguna manera, porque algo perdieron en su camino. Los exteriores se muestran despoblados, con fábricas abandonadas que podrían interpretarse como ex centros clandestinos de detención. Una ciudad melancólica, que carece de color, como cuando vemos a Kate y a Bruno dialogando por las calles. Los interiores son austeros, la ambientación es fría y oscura, a partir de un trabajo de fotografía que intensifica la soledad, el duelo contenido y la desprotección generalizada. Tan solo durante el comienzo del film hay breves planos, iluminados cálidamente, que muestran la felicidad de Silvia con Juan y su pequeña hija paseando en bicicleta.
Un muro de silencio contiene momentos íntimos de su realizadora. Lita Stantic expone un episodio de su historia personal que fue similar a la de muchos otros. Ella y su esposo, el cineasta Pablo Szir, se dedicaron al cine pero también fueron militantes en los setenta. Él optó por la lucha armada, fue perseguido y aún continúa desaparecido. Ella, junto a su pequeña hija, logró resistir, tomó otro rumbo y se abocó al cine.
Ficha técnica:
UN MURO DE SILENCIO , Argentina / México / Reino Unido, 1993.
Dirección: Lita Stantic
Guion: Graciela Maglie y Lita Stantic, con la colaboración de Gabriela Massuh. Sobre una idea de Lita Stantic
Producción: Pablo Rovito, Dolly Pussi
Fotografía: Félix Monti
Música: Néstor Marconi
Reparto: Vanesa Redgrave, Ofelia Medina, Lautaro Murúa, Lorenzo Quinteros, Julio Chávez, Soledad Villamil, Rita Cortese, André Melacon; Marian Fondeville
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