No es frecuente que el teatro argentino contemporáneo se ocupe del amor y los conflictos de pareja. Quizá porque muchas veces la pretensión de anotarse en los festivales o de responder a un público intelectual más reducido se ha convertido en sinónimo de prestigio. Sin embargo, el amor siempre ha sido la columna vertebral de todo lo que sucede en escena. No hace falta nombrar a Sófocles o a Shakespeare para corroborar esta afirmación. La buena noticia es que dos obras de teatro en la cartelera porteña se ocupan del tema: «Ella en mi cabeza», de Oscar Martínez, con Julio Chávez, Soledad Villamil y Juan Leyrado; y «Ella», de Susana Torres Molina, interpretada por Patricio Contreras y Luis Machin.
En el prólogo a la edición de «Ella» es el mismo Patricio Contreras quien apunta: «Poco se ha hablado en el teatro de los dolores, de los desgarros y las heridas que en los hombres provocan el desamor, el abandono o la traición en la pareja. Poco se ha hablado de cómo padecemos o intentamos resolver estos sufrimientos y el estupor, la alienación que nos produce descubrir que no conocíamos a quien amábamos como creíamos hacerlo».
En la pieza de Oscar Martínez, la primera que se estrena de este actor admirable, la pregunta es cuál es la mujer real. ¿Es la que tiene el protagonista en su cabeza? Si es así, y la cuestión va más allá del texto específico, ¿la mujer que construimos en nuestra mente es la que tenemos al lado? O mejor: ¿qué relación hay entre la mujer soñada y la real?
En el texto de Susana Torres Molina los problemas son otros. Los personajes, que se encuentran en un sauna, descubren que comparten la misma mujer. Ambos se acechan como fieras y luchan por un territorio devastado. Los dos soportan la peor de las heridas: la del desamor. Pero aún tratándose de la misma persona cada uno de ellos tiene en su cabeza una mujer diferente. En el terreno amoroso, es difícil conformarse con migajas. Aceptar los funerales del amor es una de las experiencias más dolorosas por las que atraviesa el ser humano. Pero quién no supo, alguna vez, que la batalla estaba perdida.
«Ella» y «Ella en mi cabeza» forman parte de lo mejor de la cartelera teatral del verano porteño. Las dos obras, cada una en su estilo, sostienen que el ser amado vale por el mundo que envuelve. Y que cuando ese mundo se resquebraja, cuando por algún motivo se quiebra, es el desaliento el que ocupa el lugar del amor. Finalmente, lo que está en cuestión es la afirmación o la negación de la vida. La vida se afirma cuando después de atravesar el dolor se vislumbra otra cosa, acaso lo más parecido a la esperanza.