Una obsesión llamada Malvinas

Una obsesión llamada Malvinas
El debut de Javier, hijo de Héctor Olivera, gira sobre un ex combatiente encarnado por Julio Chávez.
El mate está horrible. Hace tres horas que Julio Chávez, Valentina Bassi y Elsa Berenguer repiten una escena de la película El visitante. Después de tanto tiempo no hay yerba que aguante. Vení, Pedro. Tomate unos mates, dice por enésima vez Berenguer en su personaje de Mayra. Todavía está calentito, agrega Bassi desde la piel de Telma. Chávez se acerca, entonces. Actúa: toma con ganas. Corte.La única película argentina que se rueda por estos días es la opera prima de Javier Olivera, el hijo mayor del director Héctor Olivera (La Patagonia rebelde, No habrá más penas ni olvidos). Y se rueda en familia: papá Héctor es el productor y el hermano menor, Marcos, el productor ejecutivo .El visitante cuenta la historia de una locura. La de Pedro (Chávez), un ex combatiente de Malvinas a quien se le aparece Raúl (Mariano Bertolini), un compañero muerto en combate, para hacerle un extraño pedido: su cuerpo. El chico murió virgen y necesita a Pedro para hacer el amor con una mujer: Telma (Bassi).Javier Olivera camina por entre la escenografía, en los estudios Aries, con la mano en el mentón, acariciando su barba bíblica. Serio pero gentil, pregunta, objeta, aconseja. Dirige. Cuenta que haber realizado la miniserie Laura y Zoe, con Susú Pecoraro y Cecilia Roth, le dio cancha y entrenamiento para encarar ésta, su primera película. Y confiesa que no era éste el filme con el que soñaba debutar.Resume: A fines del año pasado estábamos viendo con Héctor (así llama a su papá, porque de esa forma no se siente el hijo del patrón) qué hacer para televisión y refloté esta historia que había escrito hacía tiempo y cuyo título original era El búho. Pero era diciembre, los canales ya habían armado su programación y no encontramos lugar en la tele. Entonces decidimos transformarla en película.El joven Olivera comenzó a entrevistarse con ex combatientes y se dio cuenta de que tenía que cambiar el rumbo. Yo había escrito un proyecto más liviano, más zumbón. Pero cuando empecé a hablar con ellos vi que su situación es muy densa, de un estado de verdadero olvido y marginalidad. Y la irreverencia no era el camino. Además, en una de esas conversaciones uno de ellos me dijo que no existe el estereotipo del modelo ex combatiente. Cada uno es un universo particular. Eso me permitió concentrarme en crear el mundo de mi protagonista y contar la historia de una locura.Para ponerse en la piel -y sobre todo en la mente- del personaje, Julio Chávez leyó varios libros sobre la guerra de Malvinas y visitó a internos del Borda. Desde 1992 (cuando hizo Un muro de silencio) que no trabaja en una película. No se filma mucho, justifica mientras se toma un recreo. Durante la filmación le temblaba el cuerpo y mantenía su mano derecha inmovilizada dentro de un guante, porque su personaje la perdió en combate. En el Borda vi que había algo en el cuerpo que decía que esa persona había tenido lesiones psíquicas. Es bueno que ese tembleque esté presente todo el tiempo en Pedro.En la entrada del estudio cuelga una foto de Valentina Bassi, la del afiche del filme El caso María Soledad, donde debutó como actriz dirigida por Olivera padre. Ahora que le toca el turno de trabajar con el hijo, se siente con autoridad para afirmar que son muy distintos porque son personas distintas. Ejemplifica: Con Héctor no ensayamos; con Javier, sí.Finalmente, alguien dice las palabras mágicas: ­A comer!. Antes del desbande, Olivera aclara (y le gustaría que sus palabras se publicaran en mayúsculas): No es una película testimonial sobre ex combatientes. Si fuera así, creo que no la iría a ver nadie.
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