«Prefiero reflexionar sobre lo diferente, a que me obliguen a que me guste»

 

 

Sobre la tolerancia y el respeto tiene mucho para decir “Yo soy mi propia mujer”, el unipersonal que protagoniza por tercera vez en 20 años y al que podría volver en una década, sobre una travesti que sobrevivió al nazismo.

Concentrado en el proceso de escribir “Lo sagrado”, su próxima obra teatral que estrenará en enero, y acompañando de cerca el recorrido de “Cuando la miro”, la película que protagoniza y con la que debutó en la dirección, Julio Chávez aprovechó este año para volver a un viejo conocido, “Yo soy mi propia mujer”, en el que le da vida a la travesti alemana Charlotte von Mahlsdorf, una sobreviviente del nazismo.

La obra escrita por Doug Wright, que ya había protagonizado en 2007 y 2016 bajo la dirección del recordado Agustín Alezzo, tiene características especiales y muy atractivas para cualquier actor porque, según aseguró en diálogo con EL DIA, se trata de “una partitura muy hermosa que te permite revalidar puntos de vista o revalidarte como instrumento para saber en qué punto estás”.

Según dejó en claro, no es algo habitual “enfrentarse con un material que durante 20 años lo podés usar tres veces porque el tiempo pasa y porque los roles requieren una circunstancia que a veces te lo impide”. Sin embargo, este texto en particular, “que trata de un actor que cuenta un cuento, de un encuentro entre un autor con una travesti, permite que yo lo haya hecho hace 20 años, que lo haya hecho hace siete, que lo vuelva a hacer ahora y, si Dios quiere, que lo pueda volver a hacer dentro de 10 años».

Más allá de estas circunstancias puntuales, Chávez destacó que se trata de “un material que hoy enfrenta al espectador de una manera y en un momento diferente, porque hoy las espectadoras y los espectadores están mucho más involucrados en el tema que hace 7 ó 20 años atrás”.
Versionada por Fernando Masllorens y Federico Gonzalez del Pino, la pieza que debutó en el off de Broadway en 2003 y fue traducida en distintas partes del mundo, está basada en la vida de Charlotte von Mahlsdorf. Nacida en Berlín del este, desde muy pequeña se sintió atraída por la ropa de niña y se autopercibía como tal. Luego de un violento suceso familiar, terminó condenada en la prisión de jóvenes. Al ser liberada, fue conocida por coleccionar y vender relojes, fonógrafos y muebles antiguos de la época de Wilhelm II. Von Mahlsdorf se mostraba abiertamente travestida, pero pudo sobrevivir del régimen nazi y posteriormente al comunismo.

“Yo creo que hoy por hoy, la Charlotte se presenta como una pionera en lo que hoy son los colectivos de gente que sale a la calle y tiene la posibilidad de hacer una marcha en honor a su identidad sexual”, precisó el también artista plástico y recuerda cómo la primera vez que se puso en la piel de este personaje el contexto era mucho más adverso. “Estábamos hablando de un hecho particular, pero no estábamos hablando de una pionera de lo que hoy podría llegar a ser un derecho ganado: en ese momento todavía era un derecho a ganar”, remarcó y defendió el uso de la palabra “travesti”, en tanto así era como Charlotte se definía en una época donde no existía la corrección política ni, mucho menos, los y las “trans”.

Y si bien en este presente las Charlotte están paradas “de otra manera en lo social”, todavía hay mucho por conquistar. “Hay muchos focos donde todavía esto es un tema. Los tiempos y las batallas a veces se ganan, pero hasta que la humanidad pueda entrar en un nuevo lenguaje no es tan rápido. Entonces, si bien hoy la palabra ‘travesti’, y ni hablemos de la palabra ‘transformista’, ni mucho menos de la palabra ‘transgénero’, es una palabra que está mucho más en el oído, hay mucha parte de la humanidad que todavía tiene que asimilarlo, y hay otra parte que tal vez lo asimile y no lo acepte. Y que no lo acepte no significa que va a tener un acto violento contra eso”.

“Yo soy mi propia mujer” permite una infinidad de lecturas y la tolerancia es una de ellas. “La humanidad puede no coincidir en el gusto, ¿sabes? En todo caso lo que tenemos que hacer es reflexionar acerca de qué hacemos cuando algo no nos gusta. Yo prefiero eso, la reflexión frente a lo diferente, que la obligación a que me guste lo diferente. Lo diferente no tiene por qué gustarme. El tema es qué hago como ser humano cuando aparece algo diferente”, cuestionó.

No le pesó el hecho de haber sido Charlotte un personaje real, en tanto, “de ella misma se dice que no se sabe qué de lo que decía era verdad o no era verdad. Se dice que ese ser humano es una suma de interpretaciones de diarios, de fotos, de comentarios, de archivos, de cartas, pero que sigue siendo un enigma: ¿Quién fue? ¿Cómo fue? De manera que yo no me siento frente a un ser humano porque, inclusive, lo enigmático de lo que ella es y la posibilidad de que estemos hablando equivocadamente sobre una persona está en el mismo material”.

Esta particularidad hace que la obra potencie la imaginación, con “una reflexión acerca del valor de lo teatral pero no solamente como mensaje, sino como hecho teatral de relato”.

Una posibilidad de profundizar en el acto comunicativo que, según advirtió, está siendo cada vez más amenazado por la tecnología.

“Que hagamos silencio para que esa ceremonia se produzca, para que se produzca la posibilidad de que la espectadora o el espectador reciban, procesen e imaginen, en una suerte casi de silencio religioso, sin teléfonos de por medio, sin muchos otros elementos que hoy por hoy parecería ser que nos están robando la comunicación. Para mí ideológicamente es muy importante, y yo soy en ese sentido un militante”, destacó el artista.

“Lo diferente no tiene por qué gustarme. El tema es qué hago como ser humano cuando aparece algo diferente”

En las dos versiones anteriores, Chávez había tenido la dirección de uno de sus maestros, Agustín Alezzo, fallecido en 2020, una tarea que ahora decidió también asumir. Sin embargo, aseguró que el del prestigioso director fue “un trabajo tan sólido que yo no diría que yo la volví a dirigir, sino que yo diría que la volví a poner en pie tomando algunas nuevas decisiones”, en relación con el lenguaje (aggiornar algunas palabras) o pequeños cambios del espacio y las luces. “Pero en verdad todo está sostenido por la columna vertebral del trabajo que habíamos hecho con Agustín en el 2006, todo está atravesado por su marca”, resaltó.

Tras su temporada en la cartelera porteña, “Yo soy mi propia mujer” acaba de comenzar una gira que terminará en julio y que lo tendrá esta noche en el Coliseo Podestá. Una parte de su profesión, la gira, que disfruta profundamente aunque lo canse, en tanto, “hay que conquistar al público en una noche”, y eso lo devuelve al principio de todo: “me gusta porque me confronta con el oficio, con mi ideología acerca del oficio y eso es, por suerte, lo que he decidido hacer”.

En cada una de esas noches en las que Chávez se enfrenta a un nuevo espectador, lo hace hablando con “claridad y con fe” porque sabe que esa es la forma con la que “cualquier espectador puede establecer o no contacto con el material”. Su objetivo es “hacer un trabajo que tal vez te haga olvidar al ‘Gitano’ (‘El Puntero’) y te haga ver que yo soy un actor que, de golpe, puedo contarte otra cosa. Y que vos podés también correrte un poco de la imagen que tenés de mí, y que haya lugar todavía en tu cabecita para que imagines otra cosa. Si eso sucede, eso es teatro”.

22 de abril de 2023
Maria Virginia Bruno
eldia.com

 

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