Julio Chávez protagoniza el musical “Sweeney todd”

 

Para Chávez, a diferencia del «muy demoníaco» Sweeney Todd de Tim Burton, «yo diría que es un hombre al que el sufrimiento le ha hecho perder la cabeza. Es una persona muy dañada, como pueden estarlo otras personas».

«Yo estudié canto durante varios años, pero nunca pensé que llegaría a cantar en un escenario», admite Julio Chávez, quien el jueves 6 de octubre debutará en el teatro Maipo, junto a Karina K, encabezando el elenco del gran clásico de Stephen Sondheim, «Sweeney Todd, el cruel barbero de Fleet Street», con dirección de Ricky Pashkus.

«Esto surgió cuando fui al Festival de Otoño de Madrid con «Yo soy mi propia mujer» y vi la versión española de este musical con una puesta que no me maravilló, pero quedé prendado del personaje. Se lo comenté a Ricky, que para mí es un hermano, y él se entusiasmó con la idea. Me alentó a tomar el rol protagónico y habló con Lino Patalano que enseguida se ofreció a producirla. Hay que tener cuidado con lo que uno desea porque muchas veces se cumple», relata el actor.

Antes de aceptar el papel, Chávez cuya rigurosidad y disciplina son bien conocidas, decidió someterse a un workshop de dos meses, realizado en su propio estudio, para probarse como cantante ante un «jurado» en el que también participó Alberto Favero, director musical de la obra.

Periodista: ¿Qué opina de la versión de Tim Burton y del desquiciado personaje que compuso Johnny Depp?

Julio Chávez: Esa película es casi un cómic expresionista con un Sweeney muy demoníaco. Nosotros, en cambio, luego de investigar en la novela original de 1850 y en muchos otros materiales, entendimos que más que un monstruo es un pobre tipo al que le arruinan la vida, por naïf y por tener una mujer hermosa. Cuando vuelve de prisión, adonde lo mandan por quince años con una acusación falsa sólo porque un juez le codició la mujer, ya es un hombre quebrado, dolido, que decide vengarse por el daño que le han hecho y todo le sale mal. Sweeney comete varios errores y termina dañando lo que más amaba en la vida. Para mí él tiene algo que nos hace decir: «Pobrecito, déjenlo en paz».

P.: Pero la furia lo enceguece y termina siendo un asesino serial.

J.Ch.: Yo diría que el sufrimiento le ha hecho perder la cabeza, es una persona que está muy dañada. Como pueden estarlo otras personas. Nosotros tenemos la suerte de que casi todos los que están dañados se mantienen en el molde; el día que se cansen vamos a tener un problema muy serio.

P.: La obra tiene algo de melodrama victoriano y de siniestra leyenda urbana y a la vez también tiene humor.

J.Ch.: Sí y éste recae principalmente en el personaje de la señora Lovett, la que rellena sus pasteles con los cadáveres que el barbero va dejando en el sótano, un rol al que Karina K le aporta todo su talento y su gran experiencia en comedia musical. Los dos protagonistas arman una dupla tragicómica a la manera de Anthony Quinn y Giulietta Masina en «La Strada» de Fellini. Es también un momento de mucha miseria y decadencia, en plena era industrial. Hay un juez corrupto, pero también se habla en una canción de la señora Mooney que también vende pasteles de carne, en un barrio donde curiosamente han desaparecido todos los gatos.

P.: Hay que ver que la cocina inglesa nunca gozó de buen prestigio, si a esto le sumamos sus tradicionales «pies» con carne picada y rellenos de vísceras, se entiende aún más la ironía del tema «Los peores pasteles de Londres».

J.Ch.: Algo de eso hay. Por un lado, gente que se maneja sin ningún prurito en sus negocios y, por otro, gente que come cualquier cosa por necesidad o porque no le importa lo que está comiendo. En medio de todo eso, Sweeney es un hombrecito débil, con una mirada muy ingenua sobre el mundo. Es de los que piensan si yo soy bueno y honrado y voy a la caja de ahorro a poner mi dinero, el gobierno va a cuidar mis intereses. No concibe que haya pasado un año 2001 y otras cosas que uno finge olvidar y que, de la noche a la mañana, le pueden arrebatar todo lo que tiene.

P.: ¿Tiene algún otro proyecto en vista?

J.Ch.: Este es un año muy particular. Primero por este desafío que ocupa toda mi cabeza y, en segundo lugar, porque vengo de hacer «Tratame bien», que me dejó bastante satisfecho y pipón al menos por todo este año.

P.: ¿Lo dice por el buen rating y el Martín Fierro que recibió como mejor actor?

J.Ch.: Todo fue de una gran generosidad y yo aprendí mucho haciendo ese papel. Puede que el año que viene vuelva a hacer algo en televisión, pero todavía no lo sé. La ficción televisiva está pasando por un momento algo difícil. De todas formas, estoy en tratativas con Adrián Suar para hacer algo en el 2011. Tendré que ver cuánta energía me insume esta obra.. Por otro lado, estoy preparando un nuevo espectáculo como autor y director que voy a estrenar en agosto del año próximo. Es una obra para siete mujeres que van al casamiento del hijo de una de ellas. Las siete van a morir esa noche por un escape de gas, pero el único que lo sabe es el espectador que las verá debatir sus últimas cuestiones dos horas antes de morir. Todavía no tengo el título.

P.: ¿Por qué será que cada trabajo suyo incluye siempre algún gran desafío? Pienso en el travesti de «Yo soy mi propia mujer» en el ex convicto de «El oso rojo».

J.Ch.: Será que tengo una cabeza de conquistador más que de terrateniente. Prefiero la situación de volver siempre a la base de la montaña, porque tengo una relación muy fuerte con el aprendizaje y me gusta encarar cosas nuevas casi con un sentimiento de religiosidad. Además, en este oficio que he elegido siempre hay cosas que mejorar.

Por Patricia Espinosa/ ámbito.com

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