Intenso relato sobre los arrabales de la política

DUELO ACTORAL. EL DEL ‘GITANO’ PEROTTI (JULIO CHÁVEZ) Y SU HIJA (BELÉN BLANCO).

Intenso relato sobre los arrabales de la política

“El puntero”. El unitario de El Trece, protagonizado por Julio Chávez, reflejó con crudeza ciertos manejos
políticos.
16.05.2011 | Por Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Si alguien pretendía encontrar algún mísero rasgo de José Chocaklián en el nuevo personaje de Julio Chávez se habrá quedado con las ganas. Porque entre el ‘Gitano’ Perotti de El puntero (domingo y miércoles a las 23, por El Trece) y la entrañable criatura que el actor componía en Tratame bien no hay comparación posible. Ni desde lo físico ni desde lo emocional, mucho menos desde lo psíquico. Pero si alguien, por otra parte, deseaba volver a ver una lección de actuación, como la que el actor dio en el unitario de hace dos años, tuvo cátedra.
Algunas mechas largas, andar atropellado, vestir desprolijo, actitud visceral. Así se presentó anteayer ‘el puntero’ del que da cuenta el título del programa, con el que Pol-ka busca contar ciertos arrabales de la política argentina, que esta vez ocurren en el Conurbano bonaerense, pero que, en realidad, no respetan necesariamente fronteras urbanas.
El ciclo se propone echar luz sobre las oscuridades de algunos manejos y negocios turbios, con toda la crudeza del caso, aún en detrimento de esas sutilezas estéticas que eran casi un sello de los unitarios de El Trece. Al menos en el primer episodio no hubo espacio para privilegiar la estética de la imagen por sobre la verosimilitud del relato. Tal vez, no hubiera sido prudente, por otro lado, teniendo en cuenta que el cómo se cuenta y el qué se cuenta deben ser casi inseparables para una temática que, desde la ficción, sólo se puede mostrar desde adentro.
Lejos del registro testimonial de los ciclos que hicieron de la marginalidad un tema recurrentemente televisivo -como El otro lado, Ser urbano o Calles salvajes-, El puntero hace pie en los bordes, con la cámara plantada en el corazón del relato. Con la villa en primer plano, con la villa como sede, con las necesidades a la orden del día y también con la mugre que mancha algunos sectores de la política.
Apartidario en su trama, el programa escrito por Mario Segade dejó en su debut una sensación de compromiso en su propuesta y cierto vértigo narrativo, con buenas actuaciones (brillante el momento de Belén Blanco, Rodrigo de la Serna pinta para personaje) y un respeto por el contenido, amén de que ciertos diálogos del comienzo no tuvieron la nitidez necesaria para ser escuchados claramente. Con el correr del capítulo, luego sí la letra y el fervor del relato tomaron la pantalla con intensidad.«

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