El Puntero

TV / La ficción volvió a los domingos

Por Marcelo Stiletano | LA NACION
Twitter: @stiletano | Mail: mstiletano@lanacion.com.ar

EL PUNTERO, SERIE DRAMATICA PRODUCIDA POR POL-KA ELENCO :JULIO CHAVEZ, GABRIELA TOSCANO, LUIS LUQUE, RODRIGO DE LA SERNA, CARLOS MORENO, BELEN BLANCO, MARIA ROSA FUGAZOT Y OTROS. LIBRO :MARIO SEGADE EDICION Y MUSICALIZACION : ALEJANDRO ALEM Y ALEJANDRO PARYSOW DIRECCION DE ARTE : ADRIANA SLEMENSON DIRECCION DE FOTOGRAFIA : GUILLERMO ZAPPINO DIRECCION DE CONTENIDOS : MARCOS CARNEVALE PRODUCCION EJECUTIVA: DIEGO ANDRASNIK PRODUCCION GENERAL: ADRIAN SUAR DIRECCION: DANIEL BARONE HORARIO: LOS DOMINGOS Y MIERCOLES, A LAS 23, POR EL TRECE.
Nuestra opinión: buena

«La voluntad mueve montañas», proclama a voz en cuello el Gitano Perotti, con un énfasis que parece dirigido más al interior de su conciencia que al oído de algún ocasional destinatario externo. Como militante político de peso en una áspera geografía suburbana, se mueve a sus anchas cada vez que necesita satisfacer necesidades sin reparos legales o éticos. De paso, cuenta con un grupo incondicional de seguidores dispuesto, ante una orden suya, a romper un piquete que a lo mejor no está lejos de sus propios reclamos, pero responde abiertamente a otro liderazgo.

No hay obstáculos en el camino del Gitano, ni secretos que escapen a su conocimiento en el duro terreno donde aprendió a moverse con destreza. Pero las adversidades acechan: su hija y la mujer de la que está enamorado desprecian sus hábitos y la manera en que gana y reparte el dinero con el que siempre llena sus bolsillos en fajos voluminosos de cambio chico. Y el entorno político también desconfía de él: muchos creen que su ambición de llegar a la intendencia es demasiado para alguien con los modos toscos y desaliñados del Gitano.

El puntero, que anoche estrenó El Trece, no es otra cosa que el retrato prototípico del hombre suburbano dedicado full time a la política entendida como intercambio de favores y satisfacción de ambiciones personales. Ese uso y juego discrecional de elementos prototípicos acentúa a primera vista el carácter ficcional del relato y lo separa de cualquier asociación inmediata con las experiencias reales que conocemos en la materia.

Aún pagando el precio de alguna deliberada confusión (a veces se muestra al Gitano y a sus pares exclusivamente como líderes de grupos de choque parecidos a las barras bravas), el ciclo disimula con habilidad ese distanciamiento con la realidad al aprovechar casi de forma integral un gran trabajo escenográfico y de ambientación en rincones y villas de emergencia auténticas del Gran Buenos Aires. Ese ostensible afán de realismo se topó de bruces con algunos resultados de escala menor que la buscada. Por ejemplo, la escena en la que el Gitano y su gente rompen el piquete para garantizar una celebración religiosa parece más propia de Vidisterra, el pueblo ficticio de Herederos de una venganza , que de un concreto escenario del duro conurbano.

Con todo, será inevitable pensar que estamos en presencia de una radiografía ficcionalizada de ciertos comportamientos característicos del modelo peronista en el suburbio. La trama elude cualquier mención explícita al respecto, que sólo aparece en los créditos iniciales. Sólo allí se nombra a casi todos los partidos políticos en actividad, casi como una formalidad.

Tal vez por eso, los hechos específicamente políticos (el acto con asado incluido en el club de barrio, la ceremonia del piquete frustrado) aparecen expuestos en el primer episodio de apuro y sin profundidad, como si el mero despliegue de cánticos, consignas, banderas y gestos alcanzara para ilustrar esa mística inasible para cualquier retrato ajeno al documental.

Donde El puntero , en cambio, acierta es en el retrato humano. El diseño de serie dramática (dos episodios semanales) permite sacarles jugo a los conflictos dramáticos sin necesidad de estirarlos o exagerarlos. En este sentido, resultó ejemplar por la economía de recursos y por la primacía del lenguaje visual la escena en la que la policía llega a la casa del Gitano para apresarlo, luego de que éste golpeara por celos a un funcionario municipal.

De perseverar en ese estilo, El puntero ganará sin dudas en atractivos y potenciará las diversas aristas de su potencial dramático: las tensiones entre el Gitano y sus afectos más cercanos, la pugna apenas insinuada entre los laderos del protagonista, los sinuosos movimientos del entorno político. El propio Perotti también parece jugar todo el tiempo con cierta ambigüedad que su propia verborragia -quizá demasiado forzada e innecesariamente exigida- le impide transmitir en plenitud.

De cualquier manera, el perfil de su personaje y el enorme compromiso con que Julio Chávez lo interpreta -de vuelta al suburbio, lejos de los arquetipos de El oso rojo – abren inmejorables perspectivas de aquí en adelante. Lo mismo puede esperarse de los impecables Gabriela Toscano y Luis Luque, exactos intérpretes de dos papeles de enorme complejidad.

El personaje de Rodrigo de la Serna, apenas insinuado, se mueve a sus anchas en un espacio retratado con vistosa precisión a través de rubros visuales de alto vuelo e ilustrado con una frondosa banda sonora. Aquí, la cumbia villera convive con «Botas sucias», de Pappo, tema que también pinta de cuerpo entero al Gitano Perotti: «Soy el futuro, soy el pasado, soy el fantasma que está a tu lado»..

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