Crítica Yo soy mi propia mujer

 

 

 

Julio Chávez protagoniza la obra de Doug Wright, Yo soy mi propia mujer en versión de Fernando Masllorens  y Federico González del Pino bajo la dirección de Agustín Alezzo. Con producción asociada de Noemi Slutzki y producción general de Pablo Kompel.

Yo soy mi propia mujer está basada en la vida de Charlotte Von Mahlsdorf, un extravagante personaje de Berlín del Este, conocido por coleccionar relojes, fonógrafos y muebles antiguos de la época de Wilhelm II. Von Mahlsdorf salió airosa de dos de los más opresivos regímenes del siglo XX (los nazis y los comunistas); mientras se mostraba abiertamente travestido. Creó un museo en Berlín, que aún hoy sigue abierto, donde salvaguardó los objetos de arte y el mobiliario que rescató de los embates de la segunda guerra mundial. Por este aporte al patrimonio cultural germano fue distinguido con la Orden Alemana del mérito luego de la caída del muro. Sus años finales fueron muy controvertidos debido a las acusaciones de complicidad con los Stasi (policía secreta alemana). Explorando el conflicto sobre los sentimientos de Charlotte, Doug Wright produjo un dinámico y profundo trabajo que resultó un vívido retrato de la Alemania en la segunda parte del siglo XX, moralmente compleja.

Julio Chávez lleva adelante este unipersonal de manera increíble. Se luce todo el tiempo y demuestra lo bien que se puede llegar a componer a varios personajes, cuando se es un buen actor.  Tiene un texto muy extenso, lleno de palabras, silencios y movimientos, y lo hace sin ninguna fisura. Las transiciones entre los personajes de Doug Wright y el de Charlotte Von Mahlsdorf son impecables. Su manera de sentarse, piernas cruzadas y manos entrelazadas hace que veamos a la mujer en cuestión.

Agustín Alezzo completa la obra con una dirección alucinante. Todo está bien planteado y desarrollado. Todo esto se debe al hábil y destacado director. La banda sonora también merece destacarse. Sus acordes transportan a esta casa tan particular.

La iluminación es perfecta y recrea los climas necesarios. Un vestuario, de negro, acertadísimo. Collares de perlas y un llamativo anillo completan al personaje. Los elementos de la escenografía remiten al museo creado por este personaje. Como si cobraran vida, son los encargados de transportarnos a la sala de su casa o al sótano. A partir de ellos se cuentan historias. Y son de suma importancia en la vida de Charlotte Von Mahlsdorf.    

Podría decirse que Yo soy mi propia mujer es una clase actoral de Julio Chávez. Es una obra pasional. Un canto a una historia de vida fascinante, un canto al alma y a los valores.

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