BAFICI [15] – REVIEW: La Parte del León

 

 

 

BAFICI [15] – REVIEW: La Parte del León (Retrospectiva Aristarain)

Nota por Santiago Balestra el 21/04/2013
Recuerdo yo, en mis épocas de estudiante de cine, que encontrar una copia en video del debut de Adolfo Aristarain era tremendamente complicado; finalmente lo hice en una videoteca de la calle Corrientes. La Parte del León es una película muy sencilla en su concepción, pero que en su ejecución es donde se ve la verdadera mano maestra de su director. Por estas razones, cuando me entere que el BAFICI haría una retrospectiva de toda la filmografía de Aristarain en copias 35 mm, sabía que una de las películas que tenía que ver, si o si, era esta.

La función que yo vi de La Parte del León fue en el Malba, con el inesperado placer de contar con la presencia de Aristarain en la función, quien se sometió a un Q&A después de la proyección de la película. En la misma el realizador hablo no sólo de cómo financió la película y la búsqueda de los actores sino de cómo lidió con la censura de esos años.

¿Cómo está en el papel?
El guion de la película es tremendamente sencillo. Bruno Di Toro, un tipo caído en desgracia y a punto de divorciarse, se cruza con el botín de unos ladrones. El intentará convertir todo ese dinero en dólares con la ayuda de un amigo con conexiones en los bajos fondos, mientras los criminales que robaron el dinero en primer lugar, le dan búsqueda y amenazan a su familia.
A nivel guion no hay mucho que se pueda decir más que eso; cualquier intelectualización de la película es en vano. Sin ir más lejos, yo le pregunte a Aristarain cual fue la génesis de la película y el, muy humildemente me dijo que él sabía que su idea no era muy original; había oído historia de asaltos bancarios y él lo aplicó tomando en base a las películas que había visto. Aclaró que la lista de los realizadores que aparece al finalde la película fue su declaración de principios.

Eso sí, Aristarain, tuvo espacio en la respuesta para contestarme que compenso la falta de originalidad en la trama, preguntándose, no tanto desde el cuestionamiento ético, sino del costado de la curiosidad, a que extremo llegarían los personajes para obtener lo que quieren.

Precisamente este último aspecto fue el que hizo de la película no fuera una más del montón. Porque DiToro, con tal de dejar de ser un don nadie y quedarse con el dinero, pasa lentamente de ser un tipo que se queda con el dinero para darle un porvenir a su familia a involucionar en un tipo capaz de traicionar a sus amigos y abandonar a su familia a la merced de unos criminales. Por otro lado lo tenemos a Larsen, uno de los criminales, que profiere la amenaza de matar a la esposa y a la hija de DiToro. Cuando su secuaz pretende violar a la hija de DiToro, Larsen le dispara sin más miramientos.

Esta es una inversión moral de los roles que me sorprende como hizo para sobrevivir a la censura de aquellos años. Pero también estamos hablando de un director que hizo sobrevivir escenas más fuertes ––y cargadísimas de un subtexto critico–– en Tiempo de Revancha y Últimos Días de la Victima.
¿Cómo está en la pantalla?
La copia 35 mm estaba bastante bien tanto de imagen como de sonido, cosa que me sorprendió gratamente; siendo una película de 1978 esperaba rayones y que se oyera poco y nada de los diálogos. Eso sí, medio como que te avivas cuando la película cambiaba de rollo.

La película tiene una sutil fotografía, a cargo de Horacio Maira, que repetiría dicha labor en los otros dos
policiales del realizador. La economía de planos puesta en práctica es directamente genial, y fluye a través
de un montaje prolijo y con el pulso justo y necesario sin pretender llamar la atención; pero que llega a la
genialidad en la escena donde DiToro se entera que el dinero de los ladrones está en el tanque de agua.

La música está muy bien. Destacan las guitarras, los sintetizadores y sobre todo el saxofón (a cargo de Andres Boiarsky; que aporto este instrumento para ese otro clásico del cine nacional que es Hombre Mirando al Sudeste).

Las actuaciones de todo el reparto están geniales. Este es un adjetivo que no se entrega a la ligera, porque si bien vemos sus expresiones, tuvieron que aportar esa misma emoción a los diálogos que tuvieron que hacer por doblaje; porque no había presupuesto para rodar con sonido directo.

La anécdota
Aristarain sabía de unos productores que estaban por hacer una película, y dicho proyecto se cayó. Él ya tenía el guion de la película, escrito tomando en consideración que podía hacerse en cuatro semanas; cosa que podía calcular sin dificultad dada a su más que amplia experiencia como asistente de dirección. Los productores en cuestión al leer el guion se percataron de que el riesgo financiero era mínimo, aun si la película permanecía en la lata.

Casi todo el reparto de la película, en particular Julio Chávez y Julio DeGrazia, Aristarain los conocía de cuando fue asistente de dirección en No me toquen a la nena de Jusid.

La película se estrenó en 1978, en plena dictadura militar, y la censura era más que rígida. Aristarain le conto al público que en esa época para tener el certificado de exhibición tenían que mandar el guion al Instituto de Cine, y luego la película terminada. Aristarain manda el guion, y recibe un llamado de Miguel Paulino Tato, quizás el censor más siniestro de aquellos años, y le dijo, cito textualmente: “Esta muy bien el guion pibe. Siempre y cuando no haya droga, sexo o policías, o un retrato simpático de los criminales está todo bien”. Lo de la droga, el sexo y los criminales simpáticos uno se puede imaginar por que podían ser prohibidos (algo parecido hacia el código Hays de la censura norteamericana durante los ‘30 hasta los ‘60).
Pero ¿Policías? ¿Qué puede tener de “inmoral” eso? Aristarain contó que la censura le exigía eso gracias a una película de Isabel Sarli en la que ésta se le insinuaba un policía, y un retrato negativo de los agentes del orden era considerado subversivo.

Aristarain también reveló que tenía otro final pensado para la película, pero ni siquiera llego a ser escrito por las razones arriba mencionadas. El final sencillamente mostraba a los asaltantes de la película alejándose de cámara, mientras ideaban un nuevo asalto.

Conclusión
La Parte del León es un policial hecho y derecho. Verla en pantalla grande, y en 35 mm, no hace más que confirmar lo que ya sabía la primera vez: Que con planificación, sencillez, y buen pulso narrativo se puede
construir un clásico que perdura, hasta con audiencias mucho más jóvenes, tan propensas a la distracción y el caramelo visual sin trama; cosa que no se puede decir de muchas películas argentinas.

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